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Esos enormes ojos azules se parecen a los de una tigresa al acecho. Con la escasa ropa provocativa que trae, me pongo duro. No queda rastro de la niña que un día fue.

—¿Por qué querías verme, Aleksander? —cuestiona, es innegable que mi presencia le molesta.

—Sara, te pagaré por sexo esta noche. El t...