Capítulo 21.

Cuando el curandero terminó de coser mis heridas, los machos salieron de la habitación y quedó solo el silencio, interrumpido por el sonido de las cadenas al volver a su sitio.

Enseguida fui hacia mi hija, que descansaba en los brazos de Selene.

—Mierda… te ves muy mal, osa. ¿Necesitas ayuda? —mur...

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