Capítulo 24.

La cama no era diferente de la mía: dura, sin almohadas reales, apenas una manta que olía a madera quemada y metal. Bastante incómoda, en realidad.

A pesar de tener los ojos cerrados, mi cuerpo estaba totalmente alerta.

Supongo que no ers la única.

Markos gruñó, moviéndose apenas entre las somb...

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