


"Mía, en todos los sentidos"
—¿Qué fue eso?— Pregunta su amiga confundida.
—Nada. Vamos a trabajar.
—¿Qué hacia desnudo en el patio? Además, ¿Ese no era el mismo chico del antro? ¿El de la prenda?
Aby sabía que si no le daba alguna explicación, no se detendrán sus preguntas, por lo que le dio una breve explicación para acabar con el asunto de una buena vez.
—Bueno. A ver, había perdido mi celular y me lo vino a traer. Se pasó de listo y le di una lección ¿Contenta con la explicación?—
Morena ríe y asiente. Sabía perfectamente que había omitido muchas cosas, como por ejemplo que se habían besado apasionadamente y eso no hubo falta que lo dijera. Su labial e incluso en la cara del joven daba crédito de ello.
—Vamos a trabajar que pronto nos toca abrir— More se cruza de brazos y contiene la riza, ella frunce el ceño —¿y ahora qué?
—¿Vas a seguir así?— y le señala el rostro.
—¿Qué?
—Para no haber pasado NA DA con ese chico, llevaban labial por toda la cara.
Y no puede aguantar más y estalla de risa.
Aby corre hacia el baño para mirarse en el espejo y al hacer ve como tenia el rostro que incluso parecía que le hubieran dado una paliza.
Tomo un poco de papel higiénico y luego de mojarlo se froto con fuerza y aunque pudo quitar los restos de labial, le quedó peor la cara.
—¡Mierda!— espera saliendo del baño y golpeando todo —¡MALDITO IMBÉCIL! ¡VOY A MATARLO! ¡TE JURO MORENA, VOY ASESINARLO CON MIS MANOS!
La chica se lleva la mano a la boca para no ser demasiado evidente que le divierte la situación de su amiga, pero está da por terminada la cuestión y se ponen a terminar de acomodar las mesas para abrir.
Mientras tanto Dante, se encontraba en su auto mirando las fotos que le había robado a la chica de su celular y aunque no comprendía porque se comportaba como un idiota, le restaba total importancia.
Pasando foto trás foto, llega a una en la que la mujer que la acompaña le parecía haberla visto en otro lado pero no podía determinar en cuál.
Al pasar de esa imagen se encuentra con otra en la que Aby esta de espaldas, aunque se la ve de perfil el rostro, no lleva sostén y solo tiene puesto un culotte color rojo que hacen que no pueda dejar de mirarle las nalgas.
—¡Dios! ¡Qué buen culo!— y agranda la imagen para hacerle captura pantalla y reír mientras busca un número de teléfono para mandar un WhatsApp. Cuando al fin la encuentra, la envía con un texto que dice
"Qué buen culo nena! Para ponerlo en un cuadro a los pies de mi cama y masturbarme cada noche"
Él no era de hablar así, de echo siempre fue muy educado, solo que le divertía ver como se alteraba ante su falta de tacto para apagar ciertas partes de su cuerpo. Lo había porque estaba seguro que a ella le excita a oír sus palabras y no se equivocaba.
Como era de esperarse, un audio llegó.
-¡MALDITO DEGENERADO! ¡ENFERMO! ¡CÓMO SE TE OCURRE ROBARME MIS FOTOS! ¡DEVUÉLVEMELAS O TE DENUNCIO! ¡ANIMAL! ¡PITO TORCIDO!
Eso último podría haberlo enfadado, pero su reacción le era muy chistosa por lo que continuó intimidandola.
"Me voy hacer una gigantografía y voy a empapelar mi cuarto con la foto de ese "toto"
De inmediato le contestó.
-¡TE ODIO! ¡TE ABORRESCO! ¡TE VOY A MATAR!
Grita frustrada y él decide contraatacar y dar por terminada la conversación.
"¡Y YO TE VOY A COGER!"
De inmediato él recibe una llamada que no tarda en contestar y al hacerlo se da cuenta de que se trata de una de esas mujeres pisando los 50 años, con muchísimo dinero.
—Hola..., si..., dale genial.— hace una pausa para escuchar la propuesta de la mujer y luego corta. —Es momento de trabajar.
Ni bien llega a la casa, lo recibe un señor bien arreglado el que lo conduce hasta el jardín trasero, donde una mujer de un cuerpo de infarto, se encuentra bebiendo su desayuno.
Tan pronto lo ve, lo invita a sentarse y le deja dicho a su mayordomo que desea tranquilidad y privacidad.
—¿Deseas algo para tomar?— niega.
Se ubica frente a ella quien ya tiene el sobre con el dinero preparado y le hace señas para que lo tome.
Él lo abre, cuenta y nota que hay 10.000 dólares más.
—No es la suma que acordamos— ella le sonríe y deja su te a un lado para acercarse a la altura de su pelvis y comenzar a desabrochar su pantalón.
—Te estoy pagando por que te quedes esta noche conmigo.
De inmediato él le sujeta los brazos y la hace ponerse de pie para dejarle en claro una sola cosa.
—No duermo con mis clientes.
Dante tenía una regla y eso era hacer su trabajo y marcharse. No podía permitirse entregarle algo tan íntimo como sus noches e incluso sus besos.
Él no era de guardarlos solo para él, porque había quienes deseaban besarlo y por ello pagaban un plus y este era el caso.
No se esperó un segundo más. El tiempo era oro y él no podía demorar más del tiempo que le habían pagado.
Agarro del cuello a la mujer y le demoro los labios con urgencia.
Sabía que a ella le gustaba los encuentros violentos y agresivos, por lo que Dante sabía como llevarla a un punto sublime en el placer.
La gira sobre sus pies y coloca su perfil sobre la mesa, se coloca un preservativo que habia preparado y tenía tenía en bolsillo y le sujeta ambas manos por detrás en su espalda, sube su falda, baja sus bragas, se escupe la mano para llevarla a su ano, lubricarlo y ubicar su miembro en su entrada.
—Cuenta hasta tres— le pide y ella comienza.
—Uno... dos... ¡AY!
No la dejó terminar que de inmediat la penetro.
—¡DIOS! ¡Si...! Sigue nene.
Si había algo que la volvía loca era el sexo anal.
Dante la enviste con brutalidad mientras los gemídos a gritos se escuchan por toda la casa.
No era nada nuevo que cuando su esposo no e en la casa los fines de semana ella solía llamarlo y pagarle por qué le diera sexo duro como le gustaba.
Para él esos encuentros eran parte de su trabajo, ninguna le resultaba especial, no deseaba a ninguna y tampoco le interesaba hacerlo, pero con Aby las cosas se habían dado diferentes.
Nunca ninguna mujer le había despertado deseo y necesidad de meterse entre sus piernas. Era la primera vez que le gustaba alguien, aunque no estaba listo para ser consciente de ello. Abigail lograría que hiciera cosas que ni se imagina.
Por un largo tiempo estuvo penetrándola. De vez en cuando le daba nalgadas bien fuertes y pellizcaba sus glúteos. La hacía gritar de dolor y placer y escucharla lo mantenía duro.
Si bien la mujer con la que estaba teniendo sexo tenía 48 años, tenía el cuerpo de una de 20 dado a que era nutricionista y nadadora. Tenía una obsesión por las cirugías y no sentía vergüenza ni pena en admitir todo lo que se había hecho. Ella era hermosa pese a sus años y sacaba provecho por ello, así sea con Dante o cualquier otro escort.
Una vez que alcanzó el climax, se quita el preservativo, la alza y sienta en la reposera para abrir sus piernas y hundír su cabeza entre ambas..
—¡Ah..., si! ¡rico..., rico! ¡No pares, no pares!
Pedía mientras que con ambas manos le sujetaba sus cabellos y ejercía presión contra su vagína.
En lo que había pequeños círculos con su lengua sobre su clítoris, con una mano, haciendo uso de dos dedos, la penetraba y con la otra se masturbaba.
—Siii..., así, así me gusta ¡Así!
La manera en la que él siempre la tomaba la dejaba extasiada.
Ella lo había conocido gracias a una de sus amigas con las que entrenaba natación y desde que lo conoció, ha dejado miles y miles de dólares en sus manos.
—Vamos a mi cuarto— le dice una vez que eyacula en su boca.
Dante mira el reloj y se da cuenta que han usado 20 minutos de los 60 por los que pagó.
Tan pronto la alzó, lo abrazo con todo su cuerpo y volvió atacar su boca en lo que caminaban hacia la habitación que se encontraba a pocos metros del jardín.
—Quiero que me lo hagas fuerte, más fuerte tal y como me gusta.
De inmediato la pone de pie frente a la cama y de un solo movimiento la empuja dejándola boca arriba.
Se sube a horcajadas al colchón y se ubica a un lado donde sin esperar un segundo ella levanta sus piernas y él ubica su elección en su entrada y de una sola estocada se enterró en su cuerpo.
Jadeos y gemídos por casa rincón de esas cuatro paredes.
Sus gritos lograban aturdirlo por lo que cuando se puso encima, tomó una corbata que había sobre la cama y la amordazó. Para él eso fue un gesto erótico, para Dante la única forma de cerrarle la boca. Porque si habia algo que odiaba de las mujeres que le pagaban para tener sexo con él, era esos gritos sin sentido y exagerados.
Endereza la espalda un poco y lleva sus manos a su cuello, mientras sigue penetrándola con fuerza ejerciendo presión en la zona, logrando dificultar su respiración.
Para él no era la primera vez que tenía una sesión sexual donde ponga en práctica un acto tan peligroso como asfixia erotica, lo cual a la mujer le excitaba como no lo imaginaba.
Se mordía el labio mientras apretaba su cuello y la penetraba con violencia.
—¿Así te gusta? ¿Así?
Y como podía le respondía.
Cuando se cansó de penetrarla en esa posición, la hizo girar bruscamente, metió su brazo por debajo densu pelvis y levantó sus glúteos para luego acomodarse y penetrarla por la vagína en esa pose.
—Ah..., ah..., así me gusta..., así.
El olor a sexo que había en la habitación, él sudor mojando sus cuerpos, el ruido de sus cuerpos chocándose y la adictiva melodía del látex resbalando en el mar de sus fluidos hacían que se pusiera más duro y que se vuelva un loco. Tal y como ella lo pedía.
De pronto sus manos apretaron sus glúteos, pellizcaron y los separaron una y otra vez.
Los golpes que dejaban roja la piel y sus gritos de "¡Dame más!" Sacaban su lado más salvaje.
Sujeta a las sábanas, mordiendo la almohada mientras su grueso pene se abría con fuerza dentro suyo.
Cuando comenzó a sentir que la sangre corriendo por sus venas hirvió, las corrientes eléctricas provocaron espasmos que lo sacudiendo por completo, las piernas le temblaron, los ojos se le ponían en blanco y supo que estaba por alcanzar el orgasmo.
De inmediato saco su pene de su vagína y ella se giró para buscarlo con su boca y poder mamarlo hasta que en un grito desgarrador de deja ir inundando su boca con su esperama.
Al finalizar de tener sexo, se vistió, tomó el sobre con dinero que volvió a contar y se marchó.
Dante nunca se bañaba con sus clientes, a no ser que esté trabajando en el The Climax, donde Sí lo hace. En este caso volvía a su domicilio para hacerlo, donde se encontraba su primo León quién estaba viviendo con él luego de haberse peleado con su novia y que esta lo echará arrojando toda su ropa por la ventana del departamento que compartían en Caballito.
–¡Buenas!— dice León en cuanto lo vio entrar siendo las 13 horas.
—Primo— arroja el celular a la mesa, las llaves de su auto, de la casa y su billetera más el sobre con el dinero.
—¿Y esto?— indaga tomando el sobre marrón.
—Vengo de trabajar— responde y ya sabe de lo que se trata. —Voy a bañarme. ¡SI SUENA, NO ATIENDAS!— y se pierde en el pasillo rumbo a su cuarto.
León se queda mientras preparan unas milanesas con ensalada mixta cuando de pronto suena el celular de Dante y cómo le dijo que no lo atienda si quiera se acerca, por lo que sigue cortando las verduras en lo que dos milanesas se preparan en el horno.
Treinta minutos más, el emular vuelve a timbrar, aunque esta vez son varios uno tras otro.
Pensando que a lo mejor era su prima, hermana de Dante que vivía en Europa con su esposo, se acercó y tomó el móvil en sus manos para darse cuenta que no tenía que ver con Dafne y que si bien se trataba de una mujer, en la imagen la reconocía bastante bien.
—¿Qué pasa?— lo sorprende su primo al aparecerse en la cocina mientras aún se secaba el pelo—. ¿Qué haces con mi celular?— se apresura a llegar a él y arrebatarlo de la mano.
—La pregunta es ¿Por qué tienes el número de esta chica? Y ¿Qué intenciones tienes con esa chica de la foto?
Frunce el ceño dado que por la seriedad con la que le estaba haciendo esas preguntas no lo encontraba razonable.
No le respondió, sino que se puso a escuchar los audios que le mandó Aby, entre gritos solicitando todas sus fotos que él mismo le había robado del móvil con la intención de tener una excusa de volver a verla.
—Dante— León insiste, pero ni lo mira—. ¡DANTE!—el grito lo sobresaltó y entonces si consiguió su atención.
—¿Qué pasa León?— interrogó molesto.
—¿Por qué tienes su número?
—Ella me lo dio— respondió quitándole importancia y volvió a su teléfono para seguir escuchando los mensajes, pero al ver qué su primo no salía de enfrente, volvió a prestarle atención —¿Qué?
—¿Te importa la chica?—frunció el ceño ¿Qué pregunta era esa?
Para León era extraño que tuviera contacto con ella porque después de todo recordaba a la perfección como la menosprecio en el antro cuando la conocieron.
Sabía que él era frío e interesado y no le gustaba para nada que usará a la chica y se lo hizo saber.
—Eso a ti ¿Qué?— se estaba enojado.
—No me opongo a tu estilo de vida, pero tu no quieres a nadie y no me parece que juegues con ella— explica con molestia, pero él sólo ríe.
—¿Y? Tienes que aprender algo, si no quieres que te traten como la loca de tu novia, tienes que usarlas. Como yo, que a todas les saco algo para mi propio beneficio—. Explica encendiendo un cigarrillo.
—No puedes pasarte la vida entera jugando a ser el macho alfa. Un día te enamoradas, vas a sufrir y te acordaras. Porque al final, ni todo el dinero del mundo, ni tú arrogancia podrá aliviarte el dolor que sentirás ni podrás llenar el vacío que eso te dejará en el alma—
Fue solo escuchar lo que dijo que rompió en carcajadas y no sabía por qué, pero se le ocurrió preguntar algo, y es que no había razón para que se ponga en esa actitud y que le diga esas cosas absurdas a sabiendas que para él, el amor era una decisión y por tal, no elegía querer a nadie, pero León... era evidente que sí.
—¿Te gusta la gordita?— Pregunta de modo despectivo sin poner en evidencia que, aunque no quiera reconocerlo, a él también le gustaba.
Su primo caminó con seguridad hacía él, quien se puso de pie y luego de darle una pitada al cigarro, levantó su cabeza y tiró el humo al techo para volver a preguntarle.
—¿Te gusta?
Sí, definitivamente le gustaba Abigail y aunque no conocía nada de ella, estaba dispuesto a hacer lo que sea por hacerlo y no permitiría que, por el simple hecho de jugar con ella, su primo se interponga en sus deseos.
Para León siempre estuvo claro una cosa: ninguna mujer los enfrentaría y aunque no podía categorizarla, dado que tampoco sabía si ella lo registraría, si había despertado su interés, simplemente le gustaba y no le apetecía que la utilice para divertirse y burlarse de ella.
Sin más y parándose con toda seguridad delante suyo, tomó aire y le dio su respuesta.
—Si y pretendo que sea mía—. Y por si no le quedó claro, sentenció —En todos los sentidos.
No sabía por qué, pero aquella respuesta no le cayó para nada bien.