La sangre hala más que el odio, parte 2

Santiago miró a Ruth pero no dijo una palabra, rodeó su cintura con las manos y la acercó, apoyando su cabeza en su hombro.

—A veces está bien ser débil y mostrar emociones, Santiago —dijo ella, pasando su mano por su cabello mojado.

—Gracias, pero creo que paso. No quiero conocerlo, mejor quedémo...

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