Atrás

Cuando estamos dentro de la habitación, vemos a Aziel acostado en la cama. Parece que no se ha bañado ni afeitado en días. Está ahí, roncando como un marinero.

Damian lo agarra por los hombros.

—¡Aziel, oh Dios mío! ¡No, hombre, no! —exclama. Lo sacude suavemente hasta que Aziel abre un ojo. Mira ...

Inicia sesión y continúa leyendo