¡Di mi nombre!

Ella inclinó la cabeza hacia atrás para escanear mi rostro antes de asentir.

—Sí, Conejo Blanco. Hazme el amor.

La levanté en brazos, subiendo las escaleras a toda prisa, apenas dando tiempo al portero para abrir la puerta lo suficiente como para que pudiera pasar corriendo mientras una risueña La...

Inicia sesión y continúa leyendo