Capítulo veinticinco

—¿Te gustaría una cerveza? —preguntó Amelia mientras se inclinaba, mirando dentro del refrigerador, mientras yo terminaba de servir nuestra cena. Podía deleitarme con su redondo y apretable trasero sin preocuparme de que me atrapara. O de que me reprendiera, no me importaba que me reprendiera.

—¿Lo...