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Revuelvo cada rincón de la cocina de Quinn. No hay comida, plato, taza ni siquiera una cuchara. Mi estómago gruñe y bostezo encima de eso.

El ascensor se abre y un tipo musculoso con una cara curtida por el clima entra.

—El señor Nickel me pidió que la recogiera —es directo, sin formalidades.

—¿Q...

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