Capítulo 212

Miles no se ríe. No se enfada. En cambio, sus ojos se suavizan un poco y se adelanta para tomar mi mano.

—Esther —dice mi nombre con tanta dulzura, con tanta reverencia, que me deja sin aliento—. Tú y yo somos el destino.

Es tan simple, tan dulce, que tengo que preguntar:

—¿Qué quieres decir? —Po...

Inicia sesión y continúa leyendo