CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Vincenzo Santoro.

Me devuelven a la habitación y la veo levantarse del sillón guardando su celular.

—¿Con quién hablabas? —pregunté posesivamente.

—Con mis tíos, ya sabes, todavía están aceptando que me casé. —Así que tiene parientes.

—Claro. Ahora ven aquí, quiero la compañía de mi diosa. —Ella...