El Regreso
Serena.-
La luz suave del escenario me envuelve como un cálido abrazo el cual necesito ante el dolor de la pérdida golpeando como una ola, cada giro llevando consigo un fragmento de mi corazón.
La música me envuelve y de repente, estoy en medio de un torrente de emociones, mi prometido, mi amor, el primer hombre que me hizo creer en el amor verdadero, en un amor sin condiciones, sin peligros… ya no está.
Mis pies se deslizan sobre el escenario y la primera pirueta me transporta a un tiempo donde fui la mujer más feliz, cuando su risa llenaba mis días.
“Eres una diosa danzante”
Eran sus palabras cada vez que me observaba bailar. El ballet ha sido mi escape por cuatro años. Sí la palabra perfecta, es escape, porque huí de Sicilia intentando hacer de mi vida lo que quería ser una bailarina de ballet y olvidar el dolor de otra pérdida la de mi hermano mayor Gino.
En el corazón de la Cosa Nostra crecí como hija del Capo di tutti capi, Lorenzo Di Mauro, muy lejos de tener una infancia normal, entre sangre, peligros, aprender a defendernos era lo que importaba.
Pero, toda esa guerra alcanzó a mi hermano y no pude resistir el dolor de su pérdida, me vine a América a cumplir mi sueño y lo conseguí… también conocí el amor… conocí a Thiago.
Mis movimientos son fluidos, pero cargados de una tristeza profunda, como si cada gesto hablara de la lucha interna que llevo dentro al recordar sus caricias, sus besos, sus abrazos, su compañía.
La gracia de mi danza contrasta con la tormenta emocional que arde en mi interior.
A medida que la coreografía avanza, siento la tristeza transformarse en fuerza. Mis brazos se extienden hacia arriba, buscando la conexión con algo más allá de este mundo, como si intentara tocar su espíritu.
Hasta que la música termina y caigo sobre la madera del escenario, mis lágrimas fluyen sin poder evitarlo, lo extraño tanto, aún no acepto su partida.
No acepto tomar el cruel castigo que la vida me impone.
Ensimismada en mi dolor siento de repente una mirada penetrante sobre mí, me levanto rápidamente.
— ¿Hola? –Grito con fuerza limpiando mis lágrimas, pero no obtengo respuesta.
Mi cuerpo se estremece ante el miedo que hace que mi piel se erice, veo una sombra alejarse por una de las puertas.
Me quedo paralizada, consternada, me tomó pocos segundos para reaccionar y volver corriendo a los camerinos cuando me tropiezo con Carla.
— ¡SERENA! –se frota el hombro que le golpee por mi carrera desesperada–. casi mis tetas terminan en la espalda.
— ¡Discúlpame amiga! Es solo que… había alguien en el auditorio observándome y me asuste.
— ¿Alguien? Pero, si todas las entradas se encuentran cerradas, entré con la copia de la llave que me diste –menciona, mostrando la llave que se encuentra entre sus dedos.
El rostro de ambas perdió el color y salimos corriendo del lugar sin mirar atrás.
(…)
Lo que había pasado anoche me dejó con los nervios de punta, al ser la hija del líder la mafia italiana me coloca en un gran riesgo, pero en estos cuatro años mi vida ha estado tranquila, y no sé porque ahora presiento que algo está por cambiar.
— Madrugaste –doy un respingo al escuchar la voz de Carla.
— Sí, no pude dormir muy bien, anoche no me dijiste que hacías en el auditorio.
— ¡Oh sí! El tío Lorenzo llamó, nos obliga a volver a Sicilia.
El piso bajo mis pies se desvanece al escuchar a mi mejor amiga, pensé que mi padre había entendido que no quería pertenecer a este mundo.
— ¿Llamó? –volví a preguntar con un hilo de voz asustado.
— Sí, amiga creo que las cosas no van bien allá, su voz se escuchaba nostálgico, triste, supongo que le haces falta.
— ¿Yo le hago falta? –resople con burla, apenas pudiendo reaccionar–. Carla, por favor, durante mi niñez todos me veían como la princesa Di mauro, pero para mi padre no fui más que un estorbo.
— ¿Y qué harás no ir?
Solté un suspiro enfocando mis ojos en la taza de café que tenía en mis manos.
— Iré para ver qué es lo que quiere, me vendrá bien un cambio de ambiente, este lugar me trae muchos recuerdos y así no superaré la muerte de Thiago.
(…)
No era difícil de adivinar que mi padre sabía que obedecería de inmediato su orden, Carla y yo preparamos nuestras maletas y dos días después un jet privado nos esperaba en el aeropuerto.
Observo por la ventana del avión aquella que fue mi hogar, “Sicilia” la belleza de Italia plasmada en toda su leyenda a pesar de lo sangrienta de dicha historia, que no deja de encantar a todos con su vibrante esplendor.
Había jurado no volver a este lugar a pesar de lo mucho que disfrutaba estar en la ciudad.
— Ya estamos a punto de aterrizar.
Anuncia el capitán, Carla y yo nos miramos fijamente, sin decir una sola palabra.
Dos camionetas privadas de color negro ya nos esperaban en el hangar.
— Veo que el tío Lorenzo sigue teniendo estilo a la hora de llamar la atención.
Suspiro al ver a los hombres de gran altura, vestidos con trajes negros, gafas oscuras imagen impoluta, pero la expresión de sus rostros haría que cualquiera se desmayara, nadie nunca se atrevería si quiera mirarlos.
Al bajarme del avión mis ojos buscan a Riccardo, el Sottocapo, el segundo y hombre más fiel de mi padre.
— ¡Benvenuto a casa principesse! nos recibe con una sonrisa y los brazos abiertos.
— Riccardo es un gusto verte de nuevo –lo abrazo con fuerza.
A pesar de su exterior marcado por tatuajes y una cicatriz en su mejilla, es un hombre que siempre me ha tratado con cariño, con una personalidad cálida que solo expone para nosotras y lo más importante ha sido el padre que no fue su jefe.
— ¿Cómo va todo por acá? –trato de indagar un poco la exigencia de mi presencia aquí.
— ¿Se te olvido como hablar tu lengua piccola? –comenta con una ceja enarcada ignorando mi pregunta con descaro.
— Affatto (para nada) es la costumbre de estar por fuera mucho tiempo.
— ¡Dai, dai! Tuo padre ci sta aspettando
Carla y yo nos miramos, ella se encoge de hombres y como es usual nos separamos ella se sube a una camioneta sola y yo me subo a la otra custodiada por la gran cantidad de guardaespaldas.
Al subirme pego un brinco ya que frente a mí se encuentra sentado un hombre vestido de negro, con un traje hecho a la medida, a leguas se ve que el traje es sumamente costoso y puedo decir con toda seguridad que no es italiano, su aspecto es… diferente, su cabello dorado perfectamente peinado capta mi atención, lleva gafas oscuras, dos tatuajes adornan el dorso de ambas manos, es muy musculoso, su mandíbula marcada y muy varonil está tensa.
Trago saliva al verlo, huele deliciosamente dejando impregnado el aroma de su loción en el interior del vehículo. Trato de ignorarlo, desviando la mirada hacia la ventana, en este mundo aprendí que las mejores preguntas son las que no se hacen.
Me muevo hacía el otro extremo, de reojo noto como me sigue con la mirada lo que me paraliza, haciéndome tener sensaciones extrañas, su mirada a través de las gafas lleva una carga de energía a mi cuerpo que no sé cómo explicar, mentalmente deseo llegar a mi destino para alejarme de él.
Cuando llegamos se baja rápidamente del auto, no me había dado cuenta que estaba conteniendo la respiración, al bajarme simplemente desaparece.
— ¿Y ese rubio quién era? –Carla se une a mí.
— No lo sé no dijo nada en todo el camino.
— Debe ser tu nuevo perro guardián.
— ¡Mia figlia!
Al girarme lo veo, mi padre, parece que los años lo han golpeado enormemente, sin embargo no deja de tener ese porte de mafioso y rey del mundo a pesar de su edad, sigue siendo un hombre apuesto y de buen vestir.
— Papà –lo saludo besando cada una de sus mejillas.
— ¡Quanto sei bella! (Que bella estas) bentornata a casa tua figlia (Bienvenida de nuevo a tu hogar hija)
No puedo evitar estar sorprendida por esta cálida bienvenida de mi padre, lo único que me hace pensar es que algo se trae entre manos y siento que no es nada bueno.


























