Capítulo 8

Erika Intriago llegó a su departamento, ordenó su desorden y se acomodó a planificar la clase para el siguiente día. Como cuando pasa una estrella fugaz, el recuerdo de Adrián llego a su mente. Recostada sobre la cama, se encontraba mirando el blanco techo, cerró los ojos y recordó a su amado Adrián.

Como Santiago lo anunció, siete de la noche estuvo el auto parqueado frente a su edificio, no entendía cómo era posible que ese hombre, llegara hasta su edificio, si ella no le había dado la dirección.

Erika, miro por la ventana para luego bajar con nerviosismo, saludo al chófer, y subió al auto. De camino a la mansión, se sentía nerviosa eh impaciente, sus manos se habían vuelto heladas y sus piernas temblaban, como cuando subes una loma y bajas al mismo instante.

Cuando noto que ya llegaban, soltó un suspiro antes de bajar del auto.

Se quedó sin aliento al ver el grande hombre de cuerpo bien tonificado, parado en la puerta.

La mirada oscura de Santiago tensaba su corazón, suspiró inflando su pecho, y controló sus emociones.

—Bienvenida licenciada —Santiago sonrió de medio lado, por primera vez ella le había visto sonreír, y se quedó deslumbrada, antes lo guapo que se vio.

—Cálmate! —pedía a su interior, al escuchar resonar su corazón.

Lentamente llevo la mano a la de él, y la estrechó reteniendo el aire. El contacto de sus manos produjo un cosquilleo en la palma de las antes nombradas.

Desde del pasillo, Lorena observaba a Santiago, apretó sus dientes al verle tocando la mano de una desconocida, sintió hervir la sangre, por la amabilidad que él mostraba.

—Adelante licenciada.

Dejando un aroma exquisito, Erika ingresó para encontrarse con la mirada, asesina de la mujer parada frente a ella.

—Buenas noche, es un gusto conocerla señora....

Santiago cerró la puerta y se acercó a las dos mujeres.

—Ya vuelvo —Expuso y salió.

—¿Señora? —Lo de señora no le agrado, ya que esa palabra le hacía sentir muy vieja, lo que no sabía Lorena, era que Erika, le estaba confundiendo con la esposa de Santiago.

—Buenas noches, bienvenida —Respondió la mujer y la miró de arriba hasta abajo.

Los ojos de Lorena recorrían el cuerpo perfecto de Erika, aun siendo hermosa ella, sentía envidia de la licenciada.

Se sintió celosa, porque la mujer parada delante de ella era muy hermosa, tras de eso, era joven, más joven que ella.

Sintiéndose incómoda, Erika se giró en busca de Santiago, quién había desaparecido de la sala. De pronto, lo vio llegar y delante de él, una mujer en sillas de rueda.

—Amor —Pronuncio Santiago con la mirada dirigida a Erika—. Te presento a la nueva maestra de nuestro hijo, la licenciada Erika Intriago—. Licenciada, ella es mi esposa Lucero —Explico el CEO.

Erika regresó a ver a Lorena, quién mantenía un rostro serio, estaba furiosa, porque Santiago había preparado una cena, para recibir a la maestra del adoptado y peor aún, había bajado a Lucero.

—Mucho gusto, es un placer conocerla, señora de Rúales.

Las dos mujeres estrecharon sus manos, con una sonrisa encantadora, Erika se ganó la aprobación de Lucero, fue suficiente mirarla a los ojos, para saber que esa joven, tenía el corazón noble y será la esposa indicada para su amado Santiago.

Con imprudencia, Lorena bostezó, dirigiendo la mirada a su hermana, Lucero sabía que trataba de incomodarla, siempre le decía que era una mujer aburrida y que su presencia le daba pereza.

Concentrando su atención en Erika, hizo caso omiso a la imprudencia de Lorena, nadie iba arruinarle esa noche, era una noche especial.

Al transcurrir la noche y descubrir lo hermosa que era la maestra, y más, que los ojos de Santiago brillaban cuando la miraba, no le quedaba más duda, era esa la mujer que la reemplazaría.

En otros tiempos, con la mirada intensa de Santiago hacia la maestra podía haber sentido celos, pero ahora, ahora no los sentía, los días que le quedaban eran pocos, pero estaba dispuesta a dejar a los hombres de sus vidas. en buenas manos.

Si Erika aceptaba, ella moriría tranquila, a sabiendas que su amado esposo y su querido hijo serían amados de la misma forma que ella los amo.

Erika pudo comprender del porqué la tristeza de Matías, ahora también podía entender por qué el CEO siempre estaba con rostro serio, no sería nada fácil para él, tener a su esposa enferma.

Lorena carraspeó su garganta.

—Pasemos a la mesa, su voz sonó engreída, lo que repugno a Lucero, ella podía sentir la envidia y lo celosa que se encontraba su hermana, sonrió para sí misma, porque era ridículo que, su hermana sienta celos por Santiago, cuando ni era esposo de ella.

Aquella noche, les sirvió la nana Maye, era la mujer que había criado a Lucero y Lorena desde que eran unas niñas.

Cuando Lucero enfermó, decidió dejar el trabajo votado en la casa de los padres de Lucero y estar junto a su niña. La mujer era un gran apoyo para lucero, ella se sintió feliz de ver a su nana en el comedor, había salido unos días a su pueblo, al parecer ya había vuelto.

Santiago se sentía contento, besaba la mano de Lucero cada instante, le recordaba esos días en los que cenaban juntos, verla así de contenta y feliz, le alegraba el corazón, aunque no dejaba de preocuparse, que en cualquier momento recaiga y no pueda levantarse más.

En cuanto a Lorena, apretaba los puños bajo la mesa, quería ahorcar a la maestra ya que robaba las miradas de Santiago, ella pudo notar el brillo en los ojos de su amado y no era por Lucero, si no por otra. Al transcurrir la cena se sintió aburrida, se despidió y se encamino a su habitación, miró con desprecio a Erika que conversaba de lo más contenta con Lucero y Santiago, las contemplaba embelesado.

Las dos mujeres eran hermosas, aunque su esposa estuviera enferma, mantenía su rostro hermoso, parpadeó sus ojos al notar la mirada de Lucero.

—Permiso, iré al baño —Cuando Santiago desapareció, Erika se sintió aliviada, se maldecía así misma por tener esos pensamientos absurdos delante de la esposa, del hombre que hacía resonar su corazón.

—Quiero que nos visites más a menudo, con mucho esfuerzo Lucero habló.

—Sera un placer visitarle, señora.

—Llámeme Lucero, puedes tutearme.

—Está bien Lucero.

—¿Es casada señorita Intriago?

—No —Explico. Eso alegro el corazón de Lucero, aunque ya había enviado a la madre superiora a investigarla.

De un momento a otro empezó agitarse, se había desgastado demasiado y empezó a toser.

—¿Qué le pasa? —Erika se preocupó.

Al escuchar ese tosido, Santiago corrió y la tomó en los brazos, con rapidez la subió a la recámara, le dio la medicina, una vez calmada, Lucero comunicó.

—Quiero que sea ella.

—Amor, descansa.

—San, por favor, no ignores mis últimos deseos, promete que te ganarás su corazón.

—No la conoces bien.

—Me vasto verla a los ojos para ver su dulzura —En silencio Santiago se quedó—. San, mírame —Soltando un suspiro, la miró— Promete que cuando muera, harás todo para conquistarla.

—Como puedes pedirme eso, soy tu esposo....

—Es mi deseo... quiero morir sabiendo que… Matías y tú tienen una mujer maravillosa a su lado —Lucero lloró, y con ella se ganó la aceptación de su esposo.

Santiago se recostó a un costado, la abrazó, y cuando se durmió, suspiró contemplándola dormir.

Con el pasar de los minutos, recordó a la maestra, había olvidado por completo que tenía visitas, bajo lo más pronto posible, deduciendo que tal vez ya se había ido. Sin embargo, la mujer aún se encontraba ahí

—¿Cómo esta?, pregunto con angustia Erika, la preocupación mostrada por parte de la maestra, le pareció honesta ante los ojos de Santiago.

—Está bien, no se preocupe —suspirando grueso, Santiago le miró fijamente, ante esa mirada, Erika esquivó la de ella, llevándola al reloj.

—¡Qué bueno, me alegra señor Rúales, fue un gusto conocer a su esposa! —Santiago le observó con mucha atención al momento que le respondía.

—Podría visitar a mi esposa cuando desee, creó que a ella eso le haría feliz, pude notar que se agradaron mucho.

—Así es señor Rúales, tiene una esposa encantadora.

Santiago pensaba en que lo de señor estaba de más, tampoco era que fuera tan viejo, apenas tenía 28 años.

—Santiago, puede llamarme Santiago, licenciada.

Tragando grueso, y formando una sonrisa de aceptación, Erika se quedó gélida. Las miradas de ese hombre no solo la ponían incómoda, también hacía que ella sienta cosas, cosas que juro nunca más sentir, estar cerca de él, era peligroso, muy peligroso.

Perdida en sus pensamientos estaba, cuando Santiago se acercó, no sabía que lo llevó acercarse, pero cuando se dieron cuenta, ya estaban a centímetros, Erika reaccionó cuando sintió el cálido aire, caer sobre su delicado rostro.

—Me tengo que ir, muchas gracias por todo. No dio tregua a nada, se dio media vuelta y se encaminó a la salida, ¿qué estúpida eres Erika? se reprochaba así misma.

Desde lo alto de las gradas Lorena presionaba sus dientes, con fuerzas justo sus puños.

—Maldita.

Se lleno de frustración, al notar el interés de Santiago, hacia esa mujer.

—Aléjate de mí hombre —Replico en silencio, no estaba a dejar que una recién aparecida, le quitara a Santiago, había esperado mucho por ese hombre, y lo iba a pelear costará lo que costara.

Mirando fijamente a la mujer que se alejaba, Santiago infló sus pulmones para soltar un largo suspiro, acto seguido fue tras de ella.

—Licenciada, déjeme llevarle.

—No se preocupe señor Rúales, tomaré un taxi, debería subir y acompañar a su esposa —Expreso Erika.

Aquellas palabras, le detuvieron.

—Al menos permita que mi asistente le lleve.

—Está bien, se lo agradezco.

Con aquella respuesta, se quedó contento, hizo señas al asistente, y está se acercó de prisa.

La noche estaba helad, tan helada que el grueso abrigo, no habitaba el cuerpo de Erika.

Cuando estaba por irse, se detuvo, recordó que no se había despedido de ese hombre y eso dejaba una mala impresión.

—Hasta mañana noche señor... Perdón, Santiago, que descanse.

Volvieron a estrechar sus manos, provocando que una corriente eléctrica, recorra sus cuerpos.

—Lo mismo para usted, licenciada.

Quitando la mano con rapidez, Erika procedió a subió al auto, después de unos minutos se perdió de los ojos de Santiago.

Este último se quedó parado como una estatua, mirando como el auto se llevaba a Erika.

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