Capítulo 9
Bostezando, por solo haber dormido tres horas, llego a la habitación de mi jefe muy de mañana para comenzar con su rutina matutina, la cual aún no termina de convencerme del todo porque no esperaba ser la sirvienta de nadie, no estudie administración para terminar vistiendo a un tipo rico y mimado qué piensa que soy la chica multiusos a la cual puede esclavizar.
La situación en la que estoy parada hace que me hierva la sangre, pero para poder sobrellevar esta situación, pienso en el mensaje de su amigo y lo difícil que fue para él encontrarme.
Mi jefe entra de nuevo a la ducha llevándose el traje de este día, un conjunto de color gris a cuadros, junto con una camisa blanca y una corbata verde, la cual estoy segura de que yo tendré que hacer el nudo como el día anterior. Vuelvo a bostezar cuando él entra a la habitación, luego de un baño rápido y sin contratiempos.
—¿Aburrida de tener que estar en medio de la nada, encerrada conmigo?—percibo su voz con tal energía, que me hace creer que se ha levantado tal vez de buen humor, claro alguien normal tendría la energía para tratar a la gente módicamente con cortesía, pero la mente retorcida de mi jefe simplemente le hace tener más disposición para hacerme sufrir.
—Para nada—digo mientras trato de fingir qué tengo la suficiente energía como para correr un maratón—de hecho, aquí hay mucho por hacer.
Sonrió y es una pena qué él no pueda verme, aunque confío en que mis palabras sean suficientes para expresar lo que siento.
Mi jefe hace una mueca con los labios qué no se molesta en ocultar y aunque su silencio podría interpretarlo como una victoria ante su cinismo y arrogancia, al final él vuelve a extenderme su corbata recordándome qué no soy más que su asistente.
Esta vez tardo menos en realizar el nudo de la corbata y supongo que eso tan poco le divierte a mi detestable jefe porque al momento de devolvérsela, él la desliza con fuerza de entre mi mano como si estuviera arrebatándomela.
El silencio perdura o al menos lo hace hasta que vuelvo a bostezar, aunque trato de hacerlo lo más sutil qué puedo, para no darle excusas a ese hombre para quejarse con su amigo.
Vamos directamente a su oficina, la cual está helada al momento de entrar, pero a él no parece importarle, de hecho me parece que a él no le importa nada.
—¿El trabajo qué te pedí?—cuestiona enseguida y supongo que espera que hubiese fracasado en aquella tarea. De nuevo esbozó otra sonrisa victoriosa cuando colocó la carpeta sobre el escritorio con todo organizado y bien clasificado.
—Lo que tiene más prioridad están al principio. Los puedo enviar cuando termine de firmarlos—digo con diligencia mientras mi jefe solo vuelve a mover los labios en una mueca sin decir nada. Eso me agrada, es un silencio gratificante y es que nunca había disfrutado tan bien del silencio como ahora.
—Para enviarlos tendrás que ir al pueblo caminando porque mi chófer está de vacaciones—advierte y entonces mi propuesta de entregarlos justo en ese momento se siente tan pesada y tediosa. No pensé antes de hablar.
—De acuerdo—me limitó a decir y me siento avergonzada por no haber predicho qué el servicio de correos era tan ineficiente.
—Hazlo por la tarde, mientras tanto toma otra carpeta y continúa leyendo para mí—ordena y aunque me abruma la última palabra que utilizó, intento ignorarlo para poder continuar con el trabajo.
Me aproximó a la pila de pendientes y me parece que encuentro hojas que el día anterior no estaban ahí. Me detengo a revisar esas nuevas hojas, pero al hacerlo me parece notar qué la pila de documentos se tambalea lentamente de un lado a otro, así que aparto las manos y elevó la vista para ver como se mueve la pila desde su punta hasta su base. Colocó mis manos alrededor para intentar evitar que todo se venga abajo, pero al hacerlo, la punta de todo termina cayéndose ocasionando un tremendo ruido así como desorden.
—¿¡Qué fue eso!?—cuestiona Nolens Edgerton alzando la voz y por supuesto, levantándose de su asiento, tal vez esperando escuchar mi respuesta o al menos algo que demuestre qué sigo ahí, consciente.
—El trabajo acumulado se cayó—digo finalmente mientras me inclino para comenzar a recoger, pero en ese instante, mi jefe imita un sonido como el de un gruñido mientras se queja como burlándose.
—Por cosas como estas es que no temo ser ciego—declara mientras vuelve a tomar asiento—apresúrate a recoger todo para que podamos seguir trabajando, no tengo todo el día para tus tonterías.
Siento una opresión en el pecho al escucharlo hablarme así, suspiró lenta y casi silenciosamente para que no se dé cuenta que realmente me duelen sus palabras. Termino de recoger luego de un par de minutos, sintiendo que mis anteriores victorias ya no valen nada luego de este terrible fracaso y enseguida me colocó en mi sitio para seguir leyendo.
Él enciende la grabadora y yo pronunció fuerte y claro lo que estoy leyendo; sin embargo, luego de terminar la primera hoja me doy cuenta de que la siguiente no corresponde a la lectura qué llevaba anteriormente.
—Disculpe...—digo al darme cuenta de que algunas se me pasaron y no sé en qué orden están—creo que se perdió la siguiente página, déjeme buscarla.
—¿Como qué la perdiste?—cuestiona y su voz no solo muestra lo enfadado qué está por mi error, sino que parece complacido con ello, es decir, para gritarme.
—Debe estar aquí—digo para corregir mis palabras, es obvio que no la perdí, solo no está bien ordenada.
—¡No puedo con esto!—dice azotando las manos contra el escritorio—¡Me voy! ¡Háblame cuando quieras trabajar!
Intenta tomar su bastón, pero justo al tocarlo, este se cae del escritorio y rueda un poco hasta mis pies.
—¡Maldición!—chista—¿Qué estás esperando insufrible mujer? ¡Levanta mi bastón!
—S-si—me tiembla la voz y salto en mi sitio para recogerlo por él y cuando me acercó para dárselo justo en su mano, él simplemente me golpea cuando mi piel toca accidentalmente la suya.
—¡No me toques!—dice haciendo énfasis en la palabra tocar como si mi mano fuera lo más asqueroso qué hubiese tocado antes. Bufa como si fuera un animal enojado y enseguida toma su camino para alejarse de mi existencia y para demostrar que este incidente realmente le molesto, azota la puerta al salir.
—¿Pero que diablos estoy haciendo aquí?—me cuestionó a mí misma o mejor dicho me recriminó porque sigo aquí sabiendo su actitud. ¿Realmente vale la pena sufrir tanto por una buena calificación en mi trabajo?
Ese hombre me hace dudar y cuestionar mis ideales, eso nunca me paso antes porque no me habían tratado peor que un perro callejero en tan solo dos días de trabajo y ahora que lo pienso, creo que tres meses son una eternidad.
Sintiendo qué en mis párpados se reúnen varias lágrimas hasta nublarse mi vista, siento la necesidad de ponerme a llorar, pero sé perfectamente que ese hombre no vale mis lágrimas y quizás tampoco mi esfuerzo, por lo que antes de que caigan por mis mejillas, las limpio y tomo el trabajo para ordenarlo.
Pasan alrededor de veinte minutos cuando termino y por supuesto mi jefe no vuelve en ese lapso de tiempo, así que me digno a salir de su oficina, ahora más calmada y dispuesta a trabajar, pero supongo que no podré hacerlo hasta que ese hombre vuelva a la oficina.
Camino por los pasillos silenciosos de aquella casa temiendo qué salga algún espectro para aterrorizarme, aunque mi peor pesadilla esta hecha de carne y hueso, además de un temperamento nefasto.
Mientras camino pienso que ese mal carácter debe ser a causa de su ceguera y el hecho de que siempre está en la oscuridad. Quiere arrastrarme a su oscuridad con tal de desquitar la mala suerte qué tuvo.
Vuelvo a ver su odiosa presencia en la misma habitación donde lo conocí y para mi sorpresa, está leyendo o eso creo ya qué sus manos tocan las páginas siguiendo una especie de patrón sobre ellas. Para hacer notar mi presencia, aclaro mi garganta y él enseguida levanta el rostro siguiendo el sonido de mi voz.
—¿Qué es lo que quieres?—dice ahora más tranquilo, pero con la misma dureza qué siempre, no parece sentir ningún tipo de simpatía por nadie qué no conozca.
—Termine de ordenar todo—le informo y el vuelve a inclinar el rostro hacia su libro y su mano derecha vuelve a rozar las páginas con las puntas de sus dedos.
—¿Qué esperas para ponerte a trabajar? Si ya sabes cuál es tu trabajo aquí, ¿Tengo que estar diciéndote todo lo que tienes que hacer?—réplica para sermonearme y yo trago saliva, entre molesta con él, pero más conmigo misma. No sé hasta cuando podre soportar este trato, pero algo me dice que no será por mucho tiempo si él sigue tratándome así.









