Capítulo veintisiete: Un regalo sorpresa

Un choque de mi espada golpea contra la de Link, enviándolo de espaldas al césped. Gime, con el sudor cubriendo sus cortos mechones castaño dorado.

—¿Siempre tienes que ir con tanta fuerza?

—Lo siento —murmuro, levantándolo del suelo mientras el sol calienta el cielo con una luz anaranjada—. Supon...

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