VEINTITRÉS

Al día siguiente, no quería salir de su habitación. No después de lo que pasó. No después de ceder a ese placer prohibido.

Después de lo que sucedió, una oleada de arrepentimiento la invadió y se abofeteó varias veces por haberlo permitido. Por haberle dicho que lo hiciera.

Y lo peor de todo, algu...

Inicia sesión y continúa leyendo