1
HACE AÑOS...
EVA
El llanto sacude mi pecho y, por más que intento controlarlo, no puedo. Duele, duele como nunca antes. Duele cuando alguien a quien consideras un amigo, el que ves como el prometido de tu hermana, te apuñala por la espalda, se aprovecha de ti y luego arruina tu vida.
Siempre vi a Jonas como un amigo, nos conocimos cuando él y mi hermana se comprometieron por negocios. Siempre parecían tan enamorados, la forma en que mi hermana Anne lo miraba... Ella lo amaba tanto, pero él...
Jonas es un monstruo, no tengo ninguna duda de eso.
Ni siquiera tengo muchos recuerdos de lo que pasó. Solo recuerdo el dolor que sentí cuando se acostó sobre mi cuerpo. El toque de sus asquerosos labios contra los míos, sus manos desesperadas tocando mi ropa... Murmuré vagamente que se detuviera; pero eso no sucedió. Continuó, y no se detuvo, ni siquiera con mi llanto.
Sello mis labios cuando la puerta de la oficina se abre, en la habitación escucho los gritos descontrolados de mi hermana.
—Papá —murmuro, mi voz temblando. Mi primer instinto es levantarme, las lágrimas nublan mi visión de nuevo mientras la bofetada que me da voltea mi cara y arranca un gemido de dolor—. Por favor, escúchame. No es lo que piensas.
—¡Cállate! —Se pasa las manos por el cabello, escucho su respiración entrecortada—. ¿En qué estabas pensando, metiéndote con el prometido de tu hermana? No te reconozco, eres una cualquiera.
—¡Dame el beneficio de la duda! ¡Escucha lo que estás diciendo! Jonas te está manipulando, las cosas no fueron como piensas. No fue mi culpa. Estaba borracha, él me...
—¡Basta de excusas! —grita—. ¡Deja de callarte y escucha! Tu hermana está devastada, al igual que tu madre. Eres una vergüenza para toda la familia.
—¡Jonas se aprovechó de mí y me violó! —grito—. Eso fue lo que pasó, ahora date tiempo para escucharme, por favor.
—Eso es lo que todas dicen después de abrirse de piernas para el hombre equivocado —deja escapar un suspiro—. Desde hoy no quiero verte en esta casa.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, ya no vives aquí ni eres parte de esta familia.
—¡No puedes hacerme esto! Tengo dieciséis años...
Se supone que debe confiar en mí, se supone que debe ser comprensivo, pero sus ideas retrógradas se le subieron a la cabeza y solo puede pensar en creerle a un completo extraño en lugar de creerle a su propia hija, a quien siempre dijo que amaba...
Nos quedamos en silencio. Lo único que se escucha es mi respiración acelerada y la forma en que lucho por controlar el llanto que me impide hablar normalmente.
—Estoy embarazada —admito en medio del tenso silencio que nos rodea.
—¿Qué dices...?
Me mira, completamente desconcertado.
—Lo que acabas de escuchar. Estoy embarazada. No puedes dejarme sola ahora. Te necesito.
Levanta la mano para abofetearme, cierro los ojos y espero el impacto que llega al instante.
—Lárgate de aquí.
—Por favor...
—¡Lárgate!
Sin nada más que decir, empiezo a caminar hacia la salida de la oficina. Agarro el pomo de la puerta y antes de girarlo, me detengo en mi lugar.
—Espero que sepas que nunca habría hecho algo así a Anne, porque tú, mejor que nadie, sabes cuánto la aprecio y la amo. Si confiaras en mí y me conocieras mejor, sabrías que Jonas está inventando todo. Y de verdad, papá, espero que algún día te des cuenta de cuánto me lastimaste con tus palabras y te arrepientas de esto.
Viendo que no dice nada, abro la puerta de la oficina y salgo del lugar. Al cruzar la habitación, veo a mi madre consolando a mi hermana, que llora inconsolablemente. Anne parece notar mi presencia al instante, ya que se levanta y camina hacia mí.
—¿Lograste tu objetivo, abrirle las piernas a mi prometido?
La ignoro y me dirijo hacia las escaleras.
—¡Eres una maldita perra, Eva!
Subo a mi habitación y me siento en mi cama. Aún no puedo aceptar la situación.
Intento secar mis lágrimas. Ya es en vano, tengo que irme. Ni siquiera estoy mentalizada para ser madre.
Me levanto y abro mis cajones, rebusco entre mi ropa y tomo lo único que necesito; dinero. Es una tarea que he mantenido oculta de mis padres durante mucho tiempo.
Guardo el dinero dentro de la billetera en el bolsillo de mi chaqueta y me preparo para irme, sin embargo, el sonido de mi teléfono sonando me detiene abruptamente en mi lugar.
En la pantalla, puedo ver reflejado el nombre de Erick.
Erick.
—No esperaba tu llamada.
Mi voz sale más débil de lo habitual y, por inercia, paso saliva. Erick es mi pareja. Cuando le conté lo que Jonas hizo, pensé que lo tomaría mal, pero fue todo lo contrario, me apoyó y me hizo sentir... Bien. Fue la única persona que me entendió.
—¿Qué pasó?
—Nadie me cree. Papá se niega a escucharme y mamá está del lado de mi hermana. Me llamaron puta y me echaron de la casa.
—Eva, lo siento mucho...
—No, está bien... solo...
Me seco las lágrimas que empapan mis mejillas.
—Fui una tonta al pensar que me creerían. Tenía la esperanza de que al menos mi hermana reaccionara... y... sin embargo, no lo hizo... Me arrepiento tanto de haber ido a esa fiesta, de haber sido tan estúpida como para confiar en él. Lo veía como un amigo, nunca creí que él...
—No fuiste culpable de lo que pasó. Jonas es un hijo de puta.
—Estoy embarazada. Ni siquiera estoy mentalizada para ser madre, ni siquiera...
—Espérame afuera de tu casa, nos vamos.
—Espera... ¿Qué? —murmuro.
—Sé que somos jóvenes, pero estoy dispuesto a cuidar de ese bebé, aunque no sea mío. Quiero una vida contigo, Eva. Vámonos lejos de todos, lejos de tu familia, lejos de todo este ambiente tóxico, y salgamos de Nueva York.
—No... —me niego a escuchar lo que dice—. ¿Te estás escuchando? No vas a arruinar tu vida por mí, eso sería injusto.
—No estoy arruinando mi vida, te estoy protegiendo, dándote el lugar que mereces y la mano que tu familia no te ha dado. Sé que estás perdida y dolida, solo quiero hacerte sentir mejor.
—No entiendes. Estoy arruinada. Él... él me violó.
—Sé que vas a necesitar tu tiempo y te lo voy a dar —hace una pausa—. No lo pienses, Eva, vámonos de aquí. No estás arruinada. Te prometo que todo saldrá bien.
Tal vez tenga razón. La mejor opción es irme y empezar de cero. Duele aceptar que no me queda nada en Nueva York, pero esa es la realidad. Nadie cree en mí, me han echado de la casa, estoy sola, embarazada...
—Está bien —acepto—. Te veré afuera de mi casa en diez minutos.
—Allí estaré.
Cuelgo la llamada, guardo mi teléfono en el bolsillo y bajo las escaleras.
Cuando me encuentro frente a la salida, echo un último vistazo a la casa, que empieza a sentirse vacía, y finalmente decido irme. El frío en el ambiente me hace temblar y meto las manos en los bolsillos mientras me dirijo hacia la salida.
Me paro en la acera, esperando a Erick.
Mientras tanto, me permito mirar alrededor de la mansión donde mi vida acaba de terminar. No entiendo cómo todo pudo desmoronarse tan rápido, fue suficiente con que Jonas abriera la boca para acabar con todo.
Todavía recuerdo cada una de sus palabras. No puedo borrarlas de mi cabeza por más que quiera y eso me frustra. ¿Cómo una persona pudo arruinar mi vida en un abrir y cerrar de ojos? Maldita sea. No debí confiar en él, debí haber intuido sus intenciones. Es mi culpa.
El coche de Erick llama mi atención cuando se estaciona frente a mí. Lo veo salir del vehículo y avanzar hacia mí con pasos apresurados. Su mano se entrelaza con la mía y, a pesar de que el contacto parece amistoso, un oscuro instinto me hace retirar mi mano. No me siento del todo cómoda con el contacto físico después de lo que pasó con Jonas.
—Lo siento.
—Está bien, no te preocupes —dice—. Lo entiendo.
—¿Estás lista?
—Creo que sí.
—Vamos.
Nos subimos al coche que nos espera, Erick arranca de inmediato y los nervios ya empiezan a devorarme. ¿De qué vamos a vivir? ¿Tendré al bebé? No estoy lista para ser madre. ¿Debería abortar? No sé qué es peor.
—¿Ya tienes los boletos? —me atrevo a preguntar.
—No te preocupes, ya lo tengo todo planeado.
El silencio se apodera del coche.
—Confío en ti, créeme —digo—. Pero el cambio repentino me pone nerviosa.
Él esboza una leve sonrisa que, para mí, desprende un toque de tristeza. No lo culpo, yo también siento lástima por mí misma.
—¿Puedo? —gesticula hacia mí y dudo, pero termino asintiendo con la cabeza. Sé que nunca me haría daño.
Su mano descansa en mi muslo y proporciona una caricia amistosa de vez en cuando. Aparto la mirada y decido entrelazar nuestras manos.
—Erick...
—¿Sí?
—Gracias... Por creer en mí. Me siento tan agradecida que ni siquiera sé por dónde empezar.
—Eva —me mira—. No tienes que agradecerme. Ya te dije que estoy dispuesto a hacer esto y más por ti. Te amo.
Abro la boca para responder, sin embargo, un coche que se dirige hacia nosotros en el carril equivocado me hace soltar un leve grito de terror.
—¡Erick, cuidado!
Y de repente, todo lo que parecía brillar, parece colapsar. Erick intenta controlar el coche que pierde el control, pero es demasiado tarde. Mis ojos se cierran, el vidrio explota en una armonía distorsionada cuando ese vehículo choca contra nosotros. Todo se derrumba y mi entorno se vuelve completamente oscuro.
