La verdad de todo

Alejandro no podía creer que Ricardo tuviera el descaro de presentarse ante ellos, se le quedó viendo mientras apretaba los puños.

—¿No te da gusto verme, hijo? —preguntó Ricardo, sosteniendole la mirada.

Alejandro sintió un odio inmenso que le apretaba el pecho.

—Al contrario —contestó— te negas...

Inicia sesión y continúa leyendo