Adiós Mundo Cruel

El hombre se presentó sin que pueda en este momento recordar su nombre, me fije fue en sus dientes blancos como la nieve, en su rostro en el cual había dos profundas cicatrices y en sus manos que ostentaban unos dedos larguísimos dignos de un pianista.

—¿Toca usted algún instrumento? —Pregunté de la...

Inicia sesión y continúa leyendo