Chica Trofeo

No podemos dejar de lado las peluquerías que se encargan de esas cosas que te dan flojera como las cejas, uñas y la depilación. Ahora si eres una versión estilizada de ti misma, ese ideal que todos desean adornado de joyas y perfumes con alcurnia, el coctel ideal para tener a quien sea comiendo de tu mano como si de una mansa ave se tratase.

—¡Señorita! ¡Señorita! Tenemos nuestra sesión de ejercicios en este momento, debe salir ahora —Gritaba mi entrenador desde el otro lado de la puerta.

—Ella está entrenando, de eso no hay duda ¿Verdad mi amor? —Susurraba con descaro mi ávido amante.

—¿Vessa? Sé que estas allí no me hagas romper la puerta —Amenazo el afeminado hombre con esmero.

—¡Ya voy! —Contesté con resignación, colocándome una franela y un Short —¿Ya estas contento? —Indiqué abriendo la puerta.

—Estaría feliz si me lo prestaras por unos minutos, prometo no magullártelo —Declaró viendo con deseo el cuerpo de Murat.

—No me presto para esas cosas Nelson y lo sabes, los dejo solos. Más tarde nos vemos cariño —Se despidió dándome un dulce beso en los labios.

—¡Qué bello es! Bueno ahora hay que ponernos a trabajar, vayamos al gimnasio —Dijo el hombre sin poder ocultar el gusto que tenía por este atractivo varón.

Una hora y media de sentadillas, abdominales, planchas, saltos de cuerda, mancuernas y trote dejaron a mi cuerpo totalmente exhausto, sin poder respirar a cabalidad en el acolchado piso de lo que es ahora mi gimnasio personal, intentaba animarme para ir a la ducha, sin poder encontrar el impulso requerido.

—Deja de estar haciendo cosas perversas en la mañana, mira como quedaste y apenas son las siete —Reclamaba mi entrenador todo lo furioso que podía colocarse.

—¿Las siete es muy tarde? Tienes razón, pero no puedo evitarlo, nos vemos mañana —Musité sin aliento levantándome contra todo pronóstico.

—Yo tampoco podría quitármelo de encima —Susurró este entre risas levantándome del suelo y saliendo del lugar.

Fui a bañarme con las piernas temblorosas y al salir ya tenía la ropa que debía colocarme, seleccionada esperando únicamente mi cuerpo para lucirla, todas tenían la etiqueta confirmando lo nuevo de las prendas, usualmente no repetía un atuendo a menos que fuese un vestido elegante, un par de zapatos costosos o un bolso atemporal, de resto todo lo que me colocaba era regalado por él, nadie las lucía como yo. En todo caso es imposible saberlo, sus cuerpos no pueden apreciarse con el soso uniforme que el padre de la familia les coloco hace unos treinta años cuando inicio un trabajo mal visto en la época, apertura varios bares donde los hombres de la época dispersaban su mente olvidándose de las presiones de sus vidas rodeados de mujeres bellas.

Esto era moralmente incorrecto, pero no se creaban leyes aun en contra de dichas prácticas y al menos en Albania nuestra ciudad de origen, es una profesión comúnmente practicada, mujeres jóvenes que intentan sacar adelante a sus familias contra todo pronóstico negativo, marchas, protestas y hasta disturbios por parte de los conservadores para que el gobierno eliminara estos sitios de perversión, sin darse cuenta que ellos eran los principales clientes.

El hecho de prohibir una práctica no la elimina de los deseos internos de un sujeto, todo lo contrario, aviva el interés de realizarlos, ahora con más discreción que antes, lo único que traen las leyes es que las practicas se realicen a puertas cerradas. Sigue existiendo miles de prácticas que a los ojos de muchos son malignas, lo único es que no todo el mundo tiene acceso a estas, dando toda libertad a los poderosos del mundo.

Me visto viéndome al espejo, una mujer refinada, elegante e imponente surge de entre de las cenizas del ejercicio matutino para lograr los objetivos planteados, es algo sencillo lo he hecho desde hace unos tres años atrás, casi desde nuestra llegada a este lugar, donde la ausencia de actividad policiaca y lo fácil que es cruzar el territorio nos colabora con encubrir las actividades económicas, convirtiéndonos en un pilar importante de este sector, ya que damos empleo a cientos de personas que antes de nuestra llegada debían viajar hasta la capital para emplearse en cualquier cosa, ganando escasos salarios que no les permitían vivir dignamente.

Todo esto distante a las experiencias en Europa, donde criminalizan nuestras acciones y difunden una visión de nosotros alejada de la realidad, por esto fue que el padre de mi amado cedió el control de todo a este, su nombre se encontraba fichado en decenas de artículos que hablaban de su peligrosidad y maldad, pero ninguna menciona su orfanato donde niños que eran abandonados por sus familias (La mayoría con problemas mentales o deficiencias físicas) eran cuidado, educados y atendidos hasta su mayoría de edad, tampoco figuraba los proyectos de viviendas sociales donde compraba lotes de terreno y con su dinero financiaba la construcción de viviendas que otorgaba de forma gratuita a familias necesitadas, ni hablar del ancianato, donde los abuelos pasan sus últimos años jugando ajedrez, viendo televisión y haciendo yoga sin preocuparse porque comerán o sufriendo el desprecio de los suyos.

Es tan fácil hablar de alguien y juzgar su conducta en base a un solo aspecto, si bien es cierto que todos en esta casa estamos de una u otra manera involucrados en actividades de dudosa procedencia, no obstante, por ese hecho no se podría afirmar que somos del todo malos. Mi abuela siempre solía decirme que no había nadie completamente malo ni bueno, todos estábamos compuestos de matices de grises y que para conocer a profundidad una persona hacía falta una vida entera e incluso más.

Me despido de Titi, mi nueva mascota que por lo tranquila que se encuentra reposando sobre mi costosa alfombra he de suponer se encuentra adaptada a este lugar ¿Y quién no? Si puedes obtener todos los placeres que el mundo tiene para darte, bajo por las escaleras tomándome fuerte del barandal los pisos se encuentran recién pulidos y temo caerme por ellas.

—¡Que hermosa te encuentras hoy! En el comedor esta tu desayuno, espero lo disfrutes, mucho éxito mi niña —Saludó cordialmente mi suegro que en sus momentos de gloria fue el que creo de a poco este imperio y que en este momento sube las escaleras de su casa con ayuda de una silla de ruedas y un riel que la impulsa, hace unos cuantos años una enfermedad le dejo paralizado casi en su totalidad.

—Gracias, espero descanse —Dije con educación sin dejar de mirar el suelo, con todo mi cuidado igual resbale un poco tomando el control nuevamente de mis pasos.

Al llegar al comedor una mesa larga de al menos quince puestos me esperaba con toda la familia desayunando, que se volvió apenas escucharon el tintineo de mi calzado.

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