Capítulo veintisiete: Maldición y cura

Cuando llegaron las cinco, escuché la puerta del garaje abrirse. Mi corazón se aceleró y sacudí los nervios de mis dedos.

Había pasado gran parte del día pensando en cómo decir las cosas sin que se convirtiera en una pelea, y esperaba poder hacer que todo saliera bien. No es mi naturaleza ser apolo...