Capítulo 2 2
Trish, la dama de hierro.
Mi cuerpo arde mientras me alejo de la pista, luchando contra la necesidad de mirar hacia atrás. Ni siquiera sé por qué hice esa estupidez de bailar con el pequeño Queen. Es un tonto, no más que eso, pero... es tan guapo que se cree un dios. Y yo no pienso hacerle caso a un tonto de su clase. Que se lleve a otra idiota a la cama esta noche.
Ese hombre representa todo lo que detesto en los hombres. Nico Queen es el presidente de los tontos guapos millonarios engreídos.
Cuando regreso a mi mesa, mi hermano Nigel me mira con una ceja arqueada. Me desaparecí solo unos minutos y ya tiene cara de pocos amigos.
Me siento y tomo mi cerveza, tratando de ignorar la mirada que sé que está puesta en mí.
Desde el fondo, Nico me observa como si intentara desnudarme con la mirada. Me muevo incómoda, intentando ignorarlo. No debí bailar con él. Pero lo siento en mi piel, su olor, sus manos, su mirada.
Tomo un trago largo y trato de concentrarme en la conversación de mis amigos. Pero no puedo evitar volver a mirar hacia Nico. Y ahí está él, sonriendo. Esa sonrisa arrogante que hace que quiera lanzarle mi cerveza en la cara.
Mi hermano me toca la mano y se acerca para susurrarme que quiere irse. Supongo que yo también.
Me despido de mis amigos, tomo el bolso y me pongo de pie.
Nigel sujeta mi mano y me acerca hacia él mientras salimos, pasando entre la gente. Me pega a su cuerpo mientras se abre paso, protegiéndome del bullicio del club.
Finalmente, cuando salimos, me sujeta fuerte del brazo y me atrae hacia él, sus ojos negros me fulminan.
—Te vi bailando con Nico Queen—dice lentamente, con enojo en cada palabra.
Me sacudo de su mano y comienzo a sacar las llaves del coche.
—Es un lugar para divertirse—digo en voz baja, mi hermano pisándome los talones.
Nigel no dice más nada, pero sé que está enojado. Subo al coche y cierro la puerta de golpe. Nigel se sienta a mi lado, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada. Conduzco en silencio, sintiendo la tensión en el aire.
Al llegar a casa, Nigel rompe el silencio.
—Trish, sabes quién es ese tipo. No quiero que te acerques a él.
Ruedo los ojos y apago el motor.
—No te preocupes, Nigel. No pienso acercarme a él. Nico Queen es la última persona con la que querría pasar mi tiempo.
Salgo del coche y entro en la casa, dejando a mi hermano en la entrada. Subo las escaleras rápidamente y cierro la puerta de mi habitación, dejando escapar un suspiro de frustración. Me dejo caer en la cama y miro al techo, intentando procesar lo que pasó esta noche.
Nico pequeño Queen. El hombre que cree que puede tener a cualquier mujer que quiera. Pero no a mí.
No me dejaré caer en sus redes de seducción barata, sé que me tiene en la mira, pero perderá su tiempo. Lo malo es que sé… que los hombres como él no se rinden a la primera y probablemente yo terminé siendo su reto de la noche. Aunque debo admitir que su insistencia me intriga. ¿Por qué yo? ¿Por qué tanto interés en alguien que claramente no le corresponde? Se lo demostré el día de la boda, fui clara, directa, ha pasado tiempo. Y vuelve al ataque.
Esta noche estaba en su elemento, esos lugares así tienen que ser donde mejor se desenvuelve, quizás por eso quise demostrarle, al bailar, que no era la gran cosa.
Recuerdo la boda de Chiara y Daniele. Nico intentó acercarse a mí entonces, con esa sonrisa deslumbrante y su aire de superioridad. Lo rechacé de inmediato, sintiendo una extraña satisfacción al ver su sorpresa, la misma que sentí hoy cuando le dije que no bailaría con él, pero lo arruiné al caer en su juego. Debí retirarme con esa mirada como mi trofeo, pero me dejé llevar.
Esta noche, cuando me tomó del brazo en el club, mi primer instinto fue alejarme. Pero algo en su mirada me detuvo. Algo en la forma en que pronunció mi nombre, como si estuviera marcando territorio, ¿fue lo que hizo? Y luego, esa insinuación de que no sabía bailar... No pude resistirme a demostrarle lo equivocado que estaba.
¡Tonta, tonta! Solo es parte de su táctica.
Por eso, ahora, mientras me retuerzo en la cama, no puedo evitar sentirme estúpida. Bailar con él fue un error. Le di la satisfacción de mi atención, y sé que eso solo alimentará su ego. Pero al mismo tiempo, hay una parte de mí que disfrutó verlo frustrado, incapaz de controlarme como hace con las demás.
Miraba su expresión cada vez que detenía el avance de sus manos.
En mi cabeza, escucho la música del club, siento el calor de su mirada y el toque de sus manos, ese breve toque. Pero mañana, será solo un recuerdo más. Un recuerdo que se desvanecerá con el tiempo, como todos los demás.
Me duermo con una sonrisa sarcástica en los labios, ni siquiera sé por qué.
