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David observó a Marissa huir casi con la misma premura con la que había salido anoche del bar, y Hugh sólo lo miró sonriendo, como pidiéndole que disculpara la mala educación de su hija.

No podía creer su suerte. Él había tenido el “buen” tino de cruzarse en el camino de la hija del que sería su jef...