105-final

David entró con Marissa de la mano al apartamento de ésta última aun riendo. Ella le había reprochado la locura cometida en su casa, pero a él parecía no importarle.

Cuando la puerta estuvo cerrada, él la tomó de la cintura y la alzó.

—Soledad, bendita soledad –Marissa reía negando.

—¡Has terminad...