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—Eso me gusta de ti.

—¿Qué?

—Que no te arrodillas—. Él estaba tan cerquita, que Marissa no pudo evitar poner sus manos sobre sus mejillas y atraerlo para darle un beso, y el momento fue tan dulce, lento y exquisito, que sintió que nunca antes había dado un beso así. Los labios de David eran suaves, ...