38

—Buenas… —dijo la voz de una mujer— David, ¿tú aquí?

Éste se giró a mirarla: nadie menos que Diana Alcázar que, con sus botas negras y de suela gruesa, su camiseta negra y el cabello corto, ahora con un mechón azul que le caía sobre las sienes, parecía una roquera en ciernes; estaba sencillamente he...