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—No me imaginé que vinieras –dijo Marissa mirando a Daniel sonriente—. Vivimos en la misma ciudad, pero nos vemos casi cada año. Qué malo eres, Dan—. Daniel sonrió besando su mejilla.

—Estás preciosa.

—Y tú, tan galante como siempre –contestó Marissa.

—No es galantería—. Palmeó un par de veces la...