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Michaela se frotó los brazos. A pesar de que tenía puesta una gruesa chaqueta de mezclilla, sentía frío. Frío en el cuerpo y en el alma. Tenía miedo.

No sabía dónde estaba, o por qué la habían traído aquí, lo único que había comprobado era que por más que gritara, nada sucedería. La puerta era grues...