56

Michaela se subió a la taza del inodoro y miró a través de las rendijas de una pequeña ventana metálica hacia afuera. No era mucho lo que podía ver, sólo el cielo plomizo de un día lluvioso. Metió los dedos entre las rendijas e intentó moverla, encontrando que, gracias al óxido y la humedad, los tor...