Una mujer para Roberto

Lloraba todos los días. No hacía otra cosa y no podía parar. Por lo que sea: me pinchaba el dedo cosiendo, lloraba. Se me quemaban unas galletas de azúcar, lloraba. Papá me miraba medio raro, lloraba. Todo el día.

Y Roberto, que no dejaba de venir. En el barrio ya sabían todos y me miraban. Hasta R...

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