La inocencia y el hambre

Lo que le había dicho de defenderla era verdad. Tenía el revólver cargado en la mesa. Ya no me importaba nada. Sufrí como un condenado cuando el viejo me echó; parecía que me habían arrancado un pedazo de piel.

Las primeras noches me iba al Armenonville a buscar a la misma puta de la primera vez, p...

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