Sin urgencias

Casi amanecía cuando por fin se quedó dormida. Después de una hora en el jacuzzi tratando de borrar las inseguridades y las dudas, nos metimos en la cama. Violeta se acurrucó tan cerca.

Me contó con voz baja y sin parar casi todas sus heridas. Hasta las hemorrágicas que no paraban de sangrar y no s...