5

Dylan regresa al centro de la ciudad de la manada Fuerza de bronce con estupor, pasos titubeantes y expresión desdeñosa.

Todavía no lo asimila.

Ella, la chica que lo saca de sus casillas y a quien nunca ha soportado, es su mate.

«¡Maldita suerte la mía!», se queja en su mente mientras hace una mueca que denota sufrimiento.

Él se frota el rostro varias veces y suspira con impotencia.

—¿Qué haré ahora? Legna nunca aceptará el reclamo, pero tampoco el rechazo porque le encanta fastidiarme. ¡Chiquilla insolente y problemática! —Él patea una roca que se encuentra en el camino y la hace trizas.

Cuando Dylan llega al festival, ya quedan pocas personas en la calle, puesto que casi es de madrugada y la mayoría se han apartado a los lugares rurales para aparearse bajo la luna, o regresado a sus casas y manadas.

—Dylan, ¿dónde te metiste? Me he cansado de buscarte toda la noche, incluso llegué a pensar que te habías regresado a Rayo dorado —le reclama Clara, quien lo aborda desde que lo ve.

Él cierra los ojos y lo aprieta, debido a que no puede mirarla a la cara sin sentirse culpable y avergonzado. ¿Cómo le dirá que ya encontró a su compañera y que ni siquiera fue capaz de rechazarla como habían acordado?

—¿Por qué no estás en tu casa aún? No me digas que tus hermanos te dejaron sola —la evade.

Clara frunce el ceño y se cruza de brazos.

—No me has respondido, Dyl. ¿Por qué te desapareciste? —Ella escanea su alrededor con la mirada, como si necesitara confirmar que él estuvo solo en todo ese tiempo.

—Necesitaba aire fresco y pensar. Perdón por preocuparte, es que no me sentí bien y me fui a relajar al bosque.

Los ojos celestes lo confrontan con recelo.

—¿Por tanto tiempo? ¿Por qué no me buscaste?

Dylan suspira al sentirse hostigado por ella.

—No lo sé, solo quería estar solo. Por cierto, ¿dónde está Miha?

—Ella se fue a Rayo dorado. Se marchó junto a tus padres.

Dylan se relame los labios.

—Debo irme —dice de repente.

—Ya es de madrugada, ¿por qué no te quedas en mi casa y mañana te regresas temprano a la tuya? —pide con timidez. No quiere despedirse de él todavía ni quedarse a la espera de que ocurra el milagro de volver a verlo.

Dylan la mira de soslayo y maldice en su interior. ¿Cómo es que ahora ella le parece tan aburrida? No es que Clara le haya parecido muy divertida antes, pero ahora le molestan sus alusiones o el simple hecho de imaginarse estar a su lado por mucho tiempo.

Debe resolver ese problema del lazo antes de que Clara salga herida.

—No lo sé... —responde dubitativo, porque de verdad desea regresar a su casa y estar solo.

—¡Oh, vamos!, te prepararé algo de cenar —insiste ella con entusiasmo.

—¿Cocinarás a esta hora? Ya es muy tarde. Además, no tengo apetito; lo único que deseo es tirarme en mi cama y descansar.

—Bueno, puedes dormir en mi casa también... —Ella se sonroja.

Dylan se siente como un ser malvado debido a que la chica luce muy ilusionada con tenerlo en su casa; sin embargo, él desea estar en otro lugar y con alguien más, pero jamás lo reconocería.

«Busca a nuestra mate. Apareo…», le demanda su lobo.

«¿Aparearme con esa loca? ¡Nunca sucederá!», niega él; no obstante, recordar en la hermosa mujer en la que Legna se ha convertido le provoca sensaciones que nunca antes había experimentado, entonces mira a Clara con remordimiento.

Debido al sentimiento de culpa, él decide complacerla y se va junto a ella.

Dylan es recibido por Clarice y Arel, los padres de Clara, quienes lo tratan con mucha amabilidad. Él observa el gran parecido entre Clarice y Clara, y se pregunta si la chica sacó algo de su padre, quien también es muy apuesto, pero fueron los varones quienes heredaron sus ojos verdes.

La conversación con el gamma y su esposa no dura mucho porque ellos se van a la cama, después de que le preparan la habitación de huéspedes a él. En cuanto a André y Leandro, ya que estaban dormidos cuando Dylan y Clara llegaron.

Esa noche, Clara se siente inquieta y no puede dormir, puesto que tener al chico que le gusta cerca de su dormitorio la pone muy ansiosa.

«Si tan solo él tomara la iniciativa de que empecemos una relación. A veces siento que solo me ve como a una amiga y que, si encuentra a su mate, no la rechazará por mí», supone afligida.

—¿Qué tonterías estoy pensando? —Ella sacude la cabeza y ríe nerviosa—. Dylan me ha escogido a mí, él solo quiere manejar este asunto de la manera correcta. Tal vez lo que necesita es un empujoncito para decidirse.

A Clara le surge la necesidad de seducirlo, así que toma la valentía de romper con esa barrera que siempre los ha separado. En su interior, cree que deberían olvidarse del asunto de sus posibles mates y tener una relación real al fin. Es por esto, que ella camina a hurtadillas hasta donde Dylan se encuentra descansando y le toca la puerta.

—¿Qué haces aquí? —interpela él sorprendido cuando la vislumbra en el umbral.

—¿No puedes dormir? —le pregunta ella porque nota que sus ojos no lucen adormilados, por lo que deduce que él no se había dormido aún.

—No... —Él se muerde el labio inferior—. Supongo que se debe a que no estoy en casa.

—Oh, vamos, no es la primera vez que duermes acá. —Ella sonríe divertida y entra a la habitación.

Dylan cierra la puerta y se cruza de brazos, como si esperara a que ella le dijera la razón para estar allí.

—Creo que tus padres me matarán si saben que te encuentras en este cuarto —bromea él con una sonrisa pícara, que la pone muy nerviosa a ella.

—Ellos no tienen por qué enterarse —le contesta con desafío.

Dylan enarca una ceja con expresión divertida, dado que es la primera vez que la ve tan valiente y dispuesta a romper las reglas. Clara siempre ha sido muy obediente y complaciente, por lo que solía negarse a las locuras de una pelirroja problemática, que los ponía en apuros a todos cuando eran niños.

«Clara es tan diferente a Legna», piensa ido.

—Estamos rebeldes hoy... —comenta él con ironía.

—Es que estoy cansada de esperar, Dylan. Ya quiero sentir que tenemos una relación real… —Ella suspira y luego lo encara con una sonrisa seductora—. Ven aquí. —Se sienta en la cama y hace gestos con las manos para que él se acerque. Dylan se le sienta al lado en silencio—. Un masaje te relajará, estás muy tenso. —Clara se coloca de rodillas sobre el colchón y le empieza a masajear los hombros.

Él cierra los ojos por inercia y esboza un suspiro.

De repente, la imagen de una pelirroja desafiante y descarada se instala en su mente. Dylan juguetea con el recuerdo de su encuentro anterior y deja volar la imaginación.

Rememora el cuerpo curvilíneo, de caderas generosas, piernas largas, pero llenas; aquella cintura angosta que moldea su figura y el busto prominente.

«Esos malditos pechos...», dice en su interior.

Se encuentra tan sumergido en aquel recuerdo, que se le olvida dónde y con quién está.

«Mate, reclamo», comanda su lobo inquieto.

«No habrá ningún puto reclamo. Voy a convencer a Legna del rechazo y seré libre de este ridículo vínculo», responde malhumorado.

«¡No! Ella es nuestra mate. No rechazo, reclamo», insiste su lobo.

Dylan vuelve a suspirar frustrado.

«Legna del demonio. ¿Para qué volviste? Debiste quedarte donde estabas y no venir a martirizarme la existencia».

«La extrañaste...», lo confronta su lobo.

«Ya, cállate», concluye la conversación interna.

De repente, la humedad en su cuello lo hace dar un respingo y lo saca de su trance.

—¿Qué estás haciendo? —cuestiona con el ceño fruncido.

—Solo te estoy mimando... —le susurra ella en el oído y lo vuelve a besar en el cuello.

Dylan inhibe el deseo de apartarla y cierra los ojos de manera brusca, dispuesto a dejarse llevar por las provocaciones de Clara; sin embargo, la imagen de Legna en su mente le recuerda el lazo.

—Es tarde... —balbucea ido.

—Eso no importa. Dylan, sé que decidimos esperar hasta ser mates, pero ya es obvio que no habrá lazo entre nosotros...

—Creo que eso fue obvio tres años atrás, cuando tú tuviste tu conversión —la interrumpe—. No, en realidad fueron cuatro años atrás cuando sucedió la mía. Porque, que tú no te hayas convertido aún no significaba que no supiera si eras mi mate. Creo que nos dejamos llevar por una ilusión de niños y hemos entrado en estado de negación por cuatro años...

Clara se le coloca al lado y lo mira con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué significan tus palabras, Dylan? ¿Acaso te estás rindiendo conmigo?

Él resopla cansado y se revuelve el cabello.

—No he dicho eso...

«Pero deseas hacerlo», le grita la conciencia.

—¿Entonces? ¿Acaso no quedamos en que rechazaríamos a nuestros mates si lo encontrábamos? No entiendo cuál es el problema.

Dylan traga pesado.

¿Cómo decirle que ya encontró a la suya y que se trata de Legna?

—No será tan fácil...

Ella lo mira con recelo.

—Dylan, ¿acaso ya encontraste a tu mate? Dime, ¿por eso te desapareciste todo este tiempo? ¿Ya se reclamaron?

—¿De qué hablas? No me he unido a nadie. Todavía soy... —Él se muerde el labio inferior, preocupado.

—¿Entonces? Cariño, estaremos bien. No seremos ni los primeros ni los últimos lobos en rechazar a sus mates. ¿Por qué no empezamos nuestra relación? —Ella lo besa en los labios con hambre, deseosa de probar sus delicias al fin.

Por su parte, Dylan le corresponde sin ganas, ya que sus besos le saben insípidos.

«No te atrevas», le advierte su lobo.

«Es tiempo de unirme a la mujer que he escogido yo. Ya bastante me he abstenido», replica.

«No le causarás tal dolor a nuestra mate. Si traicionas el lazo, ella lo sufrirá en carne propia».

«No me importa...»

Clara se le sienta encima mientras lo besa con pasión. Está dispuesta a reclamarlo como suyo y no permitirá que le sea quitado.

Dylan, en cambio, siente que se asfixia, por tal razón, rompe el contacto con desespero.

—Ve a dormir... —Se relame los labios, incómodo—. Necesito estar solo, por favor.

Clara siente como si un cuchillo le atravesara el corazón. Con movimientos de cabeza lelos y una gran tristeza, ella asiente en acuerdo.

Clara se le quita de encima y se dirige hacia la puerta. Las lágrimas le arden en los ojos, debido a la decepción que el rechazo sutil de su chico le ha provocado.

—Buenas noches, Dylan —escupe molesta y decepcionada.

Dylan suelta el aire retenido cuando ella se marcha, entonces empieza a maldecir.

—Estoy jodido... —masculla angustiado.

Aquella noche, Dylan tiene sueños tan vívidos y vergonzosos que al día siguiente se marcha sin despedirse, porque no se atreve a mirar a Clara a los ojos después de haber soñado aquello y con otra mujer.


Legna prepara el desayuno mientras tararea una canción y se mueve por doquier con gracia.

Sus manos giran cada cuanto, lo que resulta en que el agua se eche sola en la olla donde prepara los vegetales y que el cuchillo corte la carne por su cuenta.

El chasquido de sus dedos provoca que el fuego de la estufa anticuada se apague, dado que lo que se cuece en la olla ya está listo.

Los vegetales caen solos en el plato, al igual que el té en la taza. Ella toma un pedazo de pan y queso fresco, luego los pone en la mesa junto a todo lo demás.

—¡A comer! —exclama muy alegre porque ama la comida.

Legna se deleita en los alimentos que se ha preparado hasta terminarse todo, una vez satisfecha, se pone ropa apta para ir a entrenar al campo.

Allí se pasa toda la mañana, disfrutando de la belleza de la naturaleza y afinando sus habilidades.

Mientras tanto, en la manada de Rayo dorado, Dylan juega con el contenido del plato bajo la atenta mirada de Tron, quien ha dejado de prestarle atención a la pantalla del artefacto, donde revisaba la información del día.

—¿Dónde están mamá y Miha? —pregunta él de repente.

Tron suelta el aparato electrónico que tiene en la mano y lo encara con el ceño fruncido.

—Salieron de compras. ¿Quieres decirme algo y no sabes cómo abordar el tema? —deduce.

Dylan suspira al sentirse descubierto.

A veces es molesto que su padre lo conozca tan bien.

—¿Por qué asumes que quiero decirte algo? —gruñe quejumbroso.

—Ummm... —Tron enarca una ceja—. ¿Cómo te fue ayer en el festival? ¿Encontraste a tu mate?

El resoplido de parte de Dylan denota mucha frustración.

—No... —miente.

—Ummm... —masculla Tron con sospecha—. ¿Por eso estás de mal humor? Todavía eres un cachorro que está aprendiendo a ser adulto, por lo que no haber encontrado a tu compañera aún no debería molestarte. Cuando menos lo esperes sucederá. Pero tengo la leve sospecha de que tu mal genio no se debe a ello, sino a que te sucedió algo importante anoche. ¿Por eso no viniste a dormir? ¿Dónde amaneciste?

—En casa de Leandro y André.

—Y Clara... —añade Tron con una sonrisa pícara—. ¿Acaso Arel no ha notado que ustedes hacen sus cositas? Yo ya te habría arrancado la cabeza.

—Clara y yo no hacemos "cositas" —escupe molesto—. Tienes una gran imaginación, Alfa.

—¿Me vas a engañar a mí, mocoso? Es obvio que algo te traes con la chica. Lo que me preocupa es que ella no parece ser del tipo para divertirse un rato, por el contrario, Clara es una chica más conservadora y estoy seguro de que busca algo serio.

—Ve al grano...

—Por experiencia te digo que estás jugando con fuego. ¿Qué pasará cuando encuentres a tu mate? En caso de que te suceda a ti primero.

—Papá, no estoy jugando a nada con Clara. Además, encontrar a mi mate no es la gran cosa porque siempre tendré la opción del rechazo.

El semblante de Tron cambia a uno sombrío al verse reflejado en su cachorro. Al parecer, el físico no fue lo único que heredó de él.

—No sabes la estupidez que estás diciendo. ¿Acaso no conoces la historia mía y de Otsana? Casi los pierdo a ambos por mi terquedad. Dylan, cuando un lobo rechaza a su compañero destinado se maldice a sí mismo, de igual manera, la naturaleza le niega la oportunidad de volver a tener tal dicha.

—¡Por favor, papá! Eso del lazo es una atadura. ¿Por qué tengo que unirme a una persona que yo no escogí? No quiero eso para mi vida. Seré yo quien decida con quién unirme y no un azar de la suerte.

—Sólo eres un cachorro ingenuo que no sabe lo que dice. ¿Es ese el plan que tienen ustedes dos? ¿Rechazarán a sus mates cuando lo encuentren? No puedo creer que la historia que yo viví se esté repitiendo, pero de una manera más turbia. ¿Qué tal que uno de ustedes haga el rechazo, mas el otro no quiera desprenderse de su mate?

—Hemos tomado la decisión de hacerlo y no faltaremos a ella. —Dylan vuelve a suspirar porque se siente un hipócrita.

—Estás suspirando mucho hoy y no creo que sea por la hija de Arel. ¿Qué te está sucediendo? ¿De verdad te gusta esa chiquilla? A mí ustedes no se me hacen compatibles. Y yo que pensé que tú y la primogénita de Riú terminarían uniéndose en cualquier momento. Tenían tanta química...

Dylan se aclara la garganta de repente y agranda los ojos con expresión escandalizada.

—¿De qué estás hablando? Yo nunca me uniría a una loca, inculta, pesada e insoportable como Legna —profiere enojado.

Tron se queda perplejo ante la reacción su hijo, luego sonríe con picardía.

—Así que te gusta una, pero ilusionas a otra. ¡Tan pendejo como mi yo del pasado! Sólo espero que no cometas mis errores, mocoso. Termina de desayunar que tienes una reunión con un cliente de Fuerza de bronce al medio día. Te enviaré la ubicación. —Tron se levanta de su asiento y le da varias palmadas suaves en el hombro.

Él no añade más a su conversación porque no quiere involucrarse en los asuntos personales de su primogénito; sin embargo, le preocupa bastante sus acciones, ya que no quiere que él repita su error ni que sufra por orgullo.

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