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Se me parte la cabeza.

Todavía me siento mareada, se me dificulta poder abrir mis ojos y aunque todavía tengo algo de consciencia, me siento fatal.

—Ay, me duele —me quejó, pero Sebastián no parece inmutarse, solo sigue con su mirada en el camino mientras conduce. —¿Qué me dieron? ¿A dónde me llev...

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