Capítulo 7 Capítulo 7: Regreso a casa
El nerviosismo invadía por competo a Adara por lo que había hecho, además, temía porque en su familia la regañaran por quedarse en la calle toda la noche y al no tener el teléfono, no sabía si habían intentado comunicarse con ella.
Por eso, cuando Adhara bajó del auto, temió por ser regañada por dicha travesura que nunca había hecho, ni siquiera cuando vivía sola a kilómetros de allí. Con cuidado, toco a la puerta al comprobar que no tenía las llaves de su casa y fue el mayordomo quien abrió la puerta.
— señorita Adhara, ¿Dónde pasó toda la noche? ¿Y esas marcas?
La vergüenza invadió por completo a Adhara, cuando el mayordomo que básicamente la había criado, le señaló las marcas que Jareth le había dejado en un momento de extremo placer.
— Lamento decirle esto, pero, ¿puede ayudarme a cambiarme antes de que mi padre me vea así?
— Vaya por la puerta del servicio y deme unos minutos mientras le consigo ropa. — dice John, el mayordomo y Adhara agradece.
Como habían acordado, Adhara espera en la puerta del servicio y cuando le abre, ella, ve una de sus maletas y de inmediato, entrando a una de las habitaciones libres para el servicio, se vistió y salió para saludar al mayordomo con un abrazo.
— Qué bueno que está aquí, pensé que me volvería loca si no estaba usted aquí.
— No podría marcharme sabiendo que volvería. — dice John correspondiendo al abrazo.
— ¿Cómo están las cosas en casa? ¿Mi padre está muy enojado?
— El señor Simpson no está en el país y lamento decirle, pero, por lo que he escuchado, no recuerda que usted llegaba ayer.
— ¿Y mi madrastra?
— Llegó hace poco.
— ¿Tampoco pasó la noche aquí? — pregunta Adhara y el mayordomo asiente.
— Se lo voy a decir porque al vivir aquí, se dará cuenta de todo lo que aquí sucede. Así que, le daré una idea general del panorama de este infierno.
— ¿Qué está pasando?
— La señora se marcha cada vez que el señor se va a sus viajes de negocios y por su olor, no va a tener pijamadas con sus amigas.
— ¿Qué dice mi padre al respecto?
— ¿Quién se atreve a decirle ello si él solo cree lo que su esposa le dice?
— Dios, que desastre, ¿Cuándo viene mi padre?
— Hoy, señorita.
— ¿Dónde estaban mis maletas?
— Yo las había guardado en mi habitación, por temor a que su hermana le haga algo.
— Sí, me preocupara que se robara mi ropa también.
— ¿Disculpe?
— Nada. Necesito un favor, señor John.
— Dígame, señorita.
— Necesito una diseñadora de interiores y una empresa que fumigue mi habitación. Necesito erradicar las cucarachas y toda plaga que haya dejado mi hermana al usar mi habitación.
— Oh, entonces sabe que su padre le dio esa habitación.
— ¿Se la dio? — pregunta Adhara sorprendida.
— Sí, lo que sucede es que la señorita Emma decía que no podía dormir porque su habitación era muy pequeña y caliente. Por lo que, su padre le dio la suya.
— ¿Cómo que era muy pequeña? Si después de la habitación de mi padre y la mía, la de ella es la más grande
— Bueno, su hermana supo persuadirlo con llanto. Así que…
— Bien, ahora las cosas van a cambiar. Búscame lo que le he pedido lo más pronto posible. Quiero que cuando mi padre llegue, ya estén por trabajar en mi habitación.
— Como ordene, señorita.
— Gracias, señor John.
— Y señorita, bienvenida a casa. — dice el mayordomo sonriendo y Adhara se regresa a abrazarlo, por la cálida bienvenida.
— Gracias por recordarme que en este frio lugar, hay una llama cálida que se enciende cuando yo llegó. — dice Adhara para después salir del área del servicio.
— Te prometo que, en el próximo viaje de mi esposo, vamos a tener una muy buena velada, cariño. Solo espera un poco más. — dice mi madrastra y yo me quedo en el umbral de la puerta.
— Asumo que estás hablando con mi padre, desde que lo llamas cariño. — dice Adhara y Carrier gira su cuerpo sorprendida.
— Oh, Dios. Me has dado un susto de muerte. — dice Carrier colgando rápidamente la llamada y por ello, Adhara se acerca a su madrastra.
— ¿Estás hablando con mi padre?
— Sí, claro. — dice Carrier sudando mucho.
— ¿Me prestas tu teléfono?
— ¿Para qué?
— Quiero saber a qué hora llega y no tengo mi teléfono para llamarlo.
— Puedes usar el teléfono de la casa.
— Sí, pero, sigo sin aprenderme su número, en cambio, como acabas de llamarlo, aparecerá en el último registro de llamada. Así que, por favor, señora Carrier, ¿puede prestarme su teléfono?
La puerta de la casa se abre y de allí, aparece un hombre de edad con su rostro envejecido y tosiendo. Por lo que, Carrier corre hacia su esposo escapándose de la petición de Adhara.
— Cariño, que bueno que has llegado. Me preguntaba a qué hora llegarías.
— Qué raro, acabas de hablar con él diciéndole que cuando tu esposo se fuera de viaje otra vez, le darías una increíble velada y ahora, le hablas como si llevaras semanas sin hablar con él, ¿acaso les gusta el juego de roles o algo así?
— ¿De qué hablas, Adhara? — pregunta su padre.
— No le prestes atención, solo está jugando.
— Sí, claro. Estoy jugando. — murmura Adhara mirando fijamente a su madrastra.
— ¿Cuándo llegaste?
— Ayer, después de la ceremonia de graduación.
— Oh, ¿te graduabas ayer? Pensé que te faltaban un par de años, hija.
‘Finge que no te duele que tu padre no sepa nada de ti y en algún momento dejará de doler’ se dice Adhara mentalmente.
— No, me gradué ayer.
— Felicidades entonces.
— Por eso, gasté dinero anoche.
— ¿Cuánto? — pregunta Carrier preocupada y Adhara la ignora.
— Y si no es mucho pedir, quiero remodelar mi habitación. Es que la vi con cosas desagradables
— Cariño, esa ya no es tu habitación.
— ¿No lo es? — pregunta Adhara curiosa.
— Emma dijo que se la habías cedido — dice el mayor de los Simpson.
— Nunca fue así, pero asumo que, como mi prometido, la tomo sin permiso.
— ¡Adhara! — grita Carrier escandalizada y Adhara suspira profundo.
‘Sé fuerte y has todo por recuperar el terreno que te han quitado’ se dice mentalmente.
Por otra parte, Jareth se levanta y buscando a la mujer a su lado, toca los billetes y por ello, se levanta mirando los billetes y la nota que arruga de inmediato.
— Entonces soy un gigolo para ella. Ahora mismo voy a averiguar quién es y hacerle pagar esta ofensa — murmura con indignación, mientras su cuerpo duele.





























































































































































































