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Leander acababa de salir de la ducha cuando Celeste entró en su habitación. La visión de ella, enfundada en aquel vestido rojo carmesí, tan ceñido al cuerpo que parecía una segunda piel, le secó la boca. Sus ojos, habituados a verla en la comodidad del hogar, ahora se deleitaban con la sofistica...

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