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—¿Hola?—respondió Celeste, su voz aún ronca por el sueño y las lágrimas contenidas.

La voz de Gilbert, cargada de una preocupación evidente, la atravesó.

—Celeste, es mi madre... Ha desaparecido. Fui a su habitación y no la encontré. No sé qué a dónde ha ido.

El corazón de Celeste dio un brin...

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