El juego de la culpa

Ícaro bajó las escaleras corriendo y entró de golpe en su oficina, donde su padre había instalado su base.

—Ella me llamó.

—¿Qué? —Vodingo se levantó de un salto, corriendo hacia Ícaro y agarrándolo por los hombros para sacudirlo erráticamente.

Ícaro lo apartó de un golpe—. La cagaste, imbécil.

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