Secretos

Ícaro miró al hombre que una vez consideró su amigo y frunció el ceño.

—¿Qué juego estás jugando?

—Ningún juego, Ícaro. —El Morsa levantó sus gruesas manos en un encogimiento de hombros despreocupado—. El corazón quiere lo que quiere —dejó que su mirada se deslizara hacia la espalda de la mujer qu...