Perdonar no es amar

La noche aún no terminaba, pero el peso en mi pecho era el de mil amaneceres. Caminamos en silencio hasta mi casa. El parque había quedado atrás, al igual que los restos del pasado, las voces, los golpes, el grito desesperado de Liam y la confesión de Kendell que aún me taladraba la cabeza como un e...

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