Firmamos

Los segundos después de que Kendell cerró la puerta se sintieron como una eternidad. Me quedé allí, de pie, en medio del recibidor, respirando el aire que aún olía a él. A su colonia, a su rabia, a esa intensidad con la que solía arrastrarme a sus infiernos y de la que siempre terminaba saliendo...

Inicia sesión y continúa leyendo