Capítulo 16 — El amigo en la puerta

Volvimos casi al amanecer. Mis manos temblaban todavía. Mi cuerpo, una memoria viva del fuego de la noche y mi cabeza en un zumbido sordo.

Alejandro apagó el motor y me miró un momento, su rostro estaba iluminado por el tenue resplandor del tablero. No dijo nada, pero sus ojos lo decían todo: éramo...

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