


Capitulo 1 Episodio 5 El Mensaje
En un estrecho de tierra y grandes rocas, mostrando signos de desesperación. Mientras ella va bajando, se escucha un disparo que la hizo detenerse. Giró ligeramente la cabeza, moviendo suavemente su cabello castaño, con los ojos oscuros bien abiertos y la respiración agitada. Su corazón latía fuertemente, como un tambor, mientras observaba el entorno con nerviosismo. Su cuerpo permanecía tenso y quieto, y retiró el celular de su oído. Aunque no logró ver nada, se quedó paralizada, expectante.
Por otro lado, Natasha escuchó el disparo y, de inmediato, habló muy asustada. —¿Hola? ¿Qué ocurre, Michell? Te pido que respondas, por favor. —Su pregunta se queda en el aire en un momento de tensión y la respiración aumenta aún más.
En ese instante, un disparo resonó; había salido del arma de Yefrank, quien, por los nervios, había apretado el gatillo sin querer. Temblaba y lloraba al mismo tiempo, atemorizado. Samuel le gritó:
—¡Grandísimo idiota! Casi me das a mí, ¡ten cuidado! ¡Imbécil! —Mis disculpas, se me pasó. Estoy algo nervioso y apresurado, lo lamento.
Al observar a Samuel retroceder un poco, él responde a gritos: —¡Ahora! Ella ya se dio cuenta de que la estamos siguiendo. Es increíble lo imprudente que eres, ¿ha? Debemos apurarnos por tu enorme culpa. —suena claramente frustrado al finalizar su grito.
De inmediato, Michell toma la iniciativa y comienza a correr, pero esta vez con mayor velocidad y sin mirar atrás, mientras lanza un aviso. —¡Oh no, Natasha! Me están siguiendo, los escucho, son ellos. ¡Sonó un disparo! —dijo mientras corría, acelerando sus pasos y llorando.
—¡Mi niña! Ya estoy en el helicóptero, rumbo a Trujillo. Tienes que detener el sangrado; imagino que estás dejando un rastro y ellos podrían seguirte. Ella comentó, nerviosa. Michell se detuvo y preguntó: —¿Qué hago? Es cierto, sangro mucho, pero dime, ¿cómo puedo detener el sangrado? Por favor, indícame. —¡Vaya, ha llovido intensamente! Es probable que haya charcos en esa zona. Busca uno y mézclalo con tierra para crear una pasta espesa. ¡Adelante! Michell, imagina un charco, recoge un poco, agrega tierra y lo mezcla. Ella lloraba por el dolor, que se volvía más intenso con cada segundo que pasaba al tocarse la herida.
—¡Listo! Ya tengo la mezcla. Ahora, ¿qué debo hacer?
—Debes tomar un poco de la mezcla con la mano y aplicarla sobre la herida, haciendo una leve presión para detener el sangrado. ¿Me escuchaste? Hazlo, de inmediato.
Ella frunce el ceño, manifestando su desagrado ante la situación. No le gusta la idea que le dio.
—¿Qué? Eso me dolerá mucho. ¡No, no! No puedo hacerlo —respondió, negándose y agitando la cabeza mientras lloraba. —Con voz firme y autoritaria, le dijo: —¡Escúchame! Debes hacerlo, Michell. No tenemos tiempo. ¡Colócate eso, ya!
Posteriormente, la niña obedeció y, arrodillada, ejerció presión sobre la herida, gritando intensamente por el dolor. Colocó su mano sobre un tronco que se encontraba al lado, bajó la cabeza lentamente y apoyó su frente en el tronco mientras Natasha escuchaba el llanto y unas palabras de aliento que la animaban.
—"No te rindas, levántate. ¡Vamos, sal de allí! Sé que duele, pero no tienes más opción". —escuchó su voz soltando algo de aire y trató de levantarse. Pero no lograba levantarse debido al intenso dolor en su pierna, así que se sentó para examinarla y se dio cuenta de que la herida estaba sangrando nuevamente.
Ella observa la oscuridad que la rodea y, con apoyo en un tronco, logra erguirse. Dirige la mirada hacia el cielo, donde la luna llena brilla, iluminando su camino. Sin embargo, en un instante desgarrador, decide continuar su trayecto. Examina la herida de su pierna, que ya no sangra, aunque el dolor persiste, ralentizando sus pasos. A pesar de ello, suspirando, avanza sin mirar hacia atrás. (Se escuchan los sonidos de sus pasos).
En otro escenario diferente, Samuel continuaba corriendo cuando de repente se detuvo en seco. Con un gesto, logró frenar a Yefrank, quien lo seguía de cerca. Sin embargo, se resbaló ligeramente y cayó al suelo, pero rápidamente se levantó. Mientras tanto, Samuel alzó la mano y exclamó:
—"¡Escuchaste! Ella no está lejos, Yefrank. Debemos avanzar con cautela, amigo; está bastante oscuro y podríamos caer en alguno de estos barrancos. Esa mujer debe estar cerca, lo sé. Le duele la herida. ¡Oíste! ¡Escuchaste ese grito!" —comentó, señalando hacia adelante y agitando el dedo con insistencia.
—"¿Qué? Mano, estoy burda de cansado, pana. Realmente exhausto."
Toma su rostro entre sus manos y lo sacude. —"¡Basta, basta, basta! ¡Eh! ¡Te rindes!" Qué bandera, pana.
Ella se detiene, colocándose el celular en el pecho y suspira cansada. Luego, lo lleva a su oído y comienza a hablar, aunque su voz está agitada.
—Ya no sangro tanto. Sin embargo, el dolor fue horrible, señora Natasha. Aunque eso fue horrible, el dolor, señora Natasha —expresa mientras pasa su mano por su rostro. —¡Muy bien! ¡Perfecto! Excelente trabajo. Continúa así y, por favor, si tienes la mano ensangrentada, evita tocar cualquier superficie para no dejar marcas. Confío en ti, mi niña, estoy segura de que lo lograrás. ¡Adelante!
Afectada, Michell continúa siguiendo sus pasos, pero no se percata de por dónde transita. Al frente, hay un gran alboroto con una raíz sobresaliente. Ella avanza y, al pisar sobre ella, pierde el equilibrio, cayendo de manera abrupta en un barranco, golpeándose la espalda y las caderas. Posteriormente, cae a la carretera, donde grita al chocar su cuerpo contra el pavimento, llorando de dolor mientras se lleva la mano a la pierna lesionada y vuelve a gritar.
A continuación, se incorpora con dificultad, levantando la mirada lentamente al escuchar el sonido del celular. Al revisarlo, nota que la batería está baja, en un nivel crítico de color rojo, lo que genera preocupación y decide realizar una llamada.
—Señora Natasha, el celular se está quedando sin batería, y finalmente logré salir de la montaña y llegar a la carretera. ¡Me resbalé de un barranco! ¡Dios santo! ¡Hola, hola, no puede ser, no! —grito con desesperación, mientras la angustia se apoderaba de ella y el celular se apagaba. Por otro lado, Saimo experimentaba una caída del 90% en su brusquedad y Natasha, desesperada. —¡Hola, hola!
Ella observaba su celular: —"¡Rayos! ¡Maldita sea! El teléfono no se apagó, ¡no! ¡No puede ser!"
Angustiada, lanzó el celular a un costado con rabia y se pasó la mano por la cara. Mientras tanto, Michell intentaba recuperar la respiración después de haber corrido durante tres horas, tiempo que para ella estuvo lleno de angustia y zozobra. A pesar de todo, no se rindió y continuó caminando, observando que no estaba lejos y vislumbrando el pueblo a lo lejos. Natasha se encontraba ya en el peaje, conduciendo una camioneta roja.
Y observando a los agentes de policía y a la guardia vial mientras esperaba en la fila, al bajar la mirada para consultar la hora en su reloj de mano, sintió un fuerte golpetazo en la ventanilla.
—¡Buenas noches, señora! —exclamó el oficial, sobresaltándola en su asiento. Con un ligero temblor, bajó la ventanilla mientras el oficial se inclinaba un poco para mirarla. —¿Hace demasiado frío esta noche, señora? Disculpe la molestia, pero ¿podría indicarme hacia dónde se dirige? Si no es mucha molestia —dijo mientras la observaba, inspeccionando de manera cuidadosa la parte delantera de la camioneta, hojeando como buen sabueso, chequeando todo.
—Voy a visitar a un familiar que se encuentra enfermo, oficial —respondió, levantándose y mostrando una expresión tranquila, con las manos firmemente en el volante. El policía echó un ligero vistazo a la parte trasera de la camioneta y, regresando su mirada, le habló con un tono bastante cordial. —"Como podrá comprender, estamos llevando a cabo un operativo de seguridad vial, señora". Ella lo observa mientras él se frota el brazo para calentarse.
—"Entiendo, pero hace bastante frío, oficial. Supongo que es a causa de la lluvia."
El oficial se ríe mientras le hace señal con la mano para que pase; sin embargo, ella conduce lentamente, girando la camioneta y saliendo para evitar levantar sospechas. Más adelante, cambia la placa del vehículo. Luego se sube a la camioneta y continúa su trayecto, dirigiendo la mirada hacia un letrero de señalización vial que indica que se encuentra en el estado Trujillo. Regresa en busca del celular que había lanzado y susurra:
—¡Vamos! Michell, necesitas encontrar un lugar para conectar y cargar tu celular. Piensa, piensa, ¡tú puedes! No hay tiempo que perder.
Ahora mismo, los muchachos continuaban corriendo con rapidez, atravesando unos árboles agitados. Al pasar junto al lugar donde ella se había ensuciado con el lodo, miraban con ojos asustados y nerviosos.
—¡Vamos, pana!