


El dolor de mamá y papá.
Ella lo miró e hizo una suave mueca con sus labios, en ella apareció una sonrisa forzada, ahí entendió que él estaba perdido en sus propios pensamientos.
—No mi vida, me duele el corazón, el secuestro de nuestra hija me ha dejado vacía por dentro— sus lágrimas caían como cascadas mientras vaciaba uno a uno sus senos.
—Me siento culpable, debí dejarte ir con tu familia, debí ser más hombre y capaz de darte una estabilidad— el negaba con la cabeza, era el dolor de una herida abierta, una herida que no iba a sanar jamás.
—Mírame Roberto Montero, eres todo lo que he deseado en esta vida, has sido el hombre más valiente que he conocido en la vida, un esposo respetuoso y un gran amante, lo que nos ha sucedido fue a causa de personas malas, personas que no son felices con sus vidas y andan arruinando la de los demás, vamos a encontrar a nuestra hija y de eso estoy segura— dichas las palabras deposito un tierno besos en sus labios.
—Aún después de todo, ¿quieres seguir conmigo? —
Ella lo miró con disgusto, ¿acaso su hombre se había vuelto bruto por la golpiza?
—Juré que sería tu esposa hasta que la muerte nos separe, y así lo será, descansa que iré en busca de comida a la cocina—
—Ve, ya te alcanzo—
Los jóvenes estaban demostrando ser fuertes y maduros, de nada valía derrumbarse en una cama, ellos necesitaban recuperar sus fuerzas y salir en busca de su hija, no perderían nunca las esperanzas de conseguirla.
Beatriz fue a cocinar algo rápido, y Roberto con mucho dolor en su cuerpo cargo el colchón de la cama hasta la planta de abajo, ellos en ese estado no podían subir y bajar las escaleras, era una casa pequeña y era mejor convivir en la planta de abajo, así fuese en mal estado, no era higiénico ni bonito a la vista tener que dormir en el piso de la sala, ella a verlo hacer tanta fuerza se preocupó, no quería perder a su esposo por un mal golpe.
—Basta deja eso ahí, no tienes necesidad de hacer todo ese esfuerzo— ella lo miró molesta.
Pero a él no le importo, siempre buscaría la comodidad de su esposa, y el subir y bajar las escaleras no era cómodo en este momento, el volvería a subir el colchón cuando fuese necesario, de lo contrario ella debería aguantar sus locuras.
—No hay necesidad de molestarse, ya tenemos más comodidad, no te enfades con este hombre enamorado que haría cualquier cosa por verte feliz y cómoda—
Ella forzó una sonrisa y lo invitó a comer, ellos empezarían una pequeña rutina hasta recuperarse.
Al otro lado de la ciudad se desarrollaba una discusión, un hombre con mucho poder y un delincuente discutían por la irresponsabilidad de un trato mal ejecutado.
—Este no fue el trato, quedamos en secuestrar a la pequeña y luego me pagarías mi parte completa, yo cumplí y quiero mi dinero—
—Y así será, ¿Qué te hace dudar de mi palabra? —
Una nube de humo se esparce por toda la habitación, el olor a tabaco era intenso, aún más que la discusión que se desarrollaba en esas cuatro paredes, el delincuente quería su parte del dinero para disfrutar de la buena vida.
—Señor no soy niñero, llevo varios días cuidando de la pequeña, vea que hace con ella y necesito mi dinero ya mismo—
El hombre se levantó molesto de la silla, nadie le hablaba de esa manera altanera y grosera, no cabía duda que lo haría pagar por su falta de respeto, nadie tenía el derecho de decirle que hacer, eran sus planes y él era quien decidía cuándo un trato se culmina.
—Llévate a la niña y la matas, dejas su cuerpo tirado en cualquier lugar, o mejor lanza su cuerpo al mar, ve que haces con esa bastarda, ahora toma y lárgate que no soporto tu presencia— el hombre le lanzó un morral lleno de dinero, era una cantidad razonable por su trabajo ejecutado.
El delincuente salió feliz por una parte y por otra nervioso, él era un delincuente de alta categoría, pero nunca atentaría en contra de un niño y menos uno recién nacido, era tan diferente al resto de los delincuentes, que odiaba el humo del tabaco, la orden era desaparecer a la niña, nadie la había visto, no tenían foto y dudaba que los medios de comunicación le dieran fuerza a la denuncia.
Decidió viajar lejos y dar en adopción a una familia que él conocía muy bien, se criaría lejos de la ciudad y como toda familia humilde, vivirían en un mundo distinto al de los ricos, jamás podrían reconocerla y sería imposible que la niña se encontrará con sus verdaderos padres.
Su viaje fue largo y tedioso, para su sorpresa la mujer a quien le entregaría en cuidado de la niña estaba recién dada a luz, era un punto a su favor, ella al recuperarse del parto que había sido en su casa, correría a presentar a la pequeña, les dejo una fuerte cantidad de dinero y luego partió a un mejor lugar, la niña no tendría lujos, pero estaba seguro que ella estaría llena de amor y cuidado.
La avaricia y el dinero jugo en su contra, pues estando en una playa de vacaciones juntos a dos mujeres hermosas, la muerte había llegado repentinamente, la misma persona que le pagó por secuestrar a la niña, pagó para que lo asesinaran, él era el único que sabía dónde estaba el cuerpo de la pequeña, los tiempos cambiaban rápidamente y por el dinero baila el mono, podría hablar más adelante, además que él debía pagar por la ofensa de aquella noche en que le levantó la voz, los hombres de dinero no olvidan ni perdonan.
Y la orden del secuestro se dio con un simple propósito, hacer sufrir por el resto de la vida a Beatriz, ella nunca recuperará a su hija luego de muerta, un cargo de conciencia que tanto ella y su esposo llevarían hasta el final de sus días.
Los días fueron pasando y Beatriz la hermosa joven y heredera de la familia Domínico, desapareció de la faz de la tierra.
Un corazón herido y latiendo a media máquina se refugió en los brazos de su esposo, los Montero se marcharon de la gran ciudad en donde perdieron a su pequeña hija a manos de personas malvadas y sin corazón, ellos cada noche rezan una pequeña oración en donde le pedían a Dios que cuidara de su niña que ahora era una señorita.