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El Hijo de Vicenzo

El Hijo de Vicenzo

MuSubi GR · Completado · 123.8k Palabras

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Introducción

—Señor Sanlúcar, —su asistente titubeo, —Usted no puede solicitar una cita en el registro civil

Apenas escuchó aquella negativa, dejó los documentos que revisaba y alzó la vista, su verdes iris destellaron con irritabilidad esperando que su asistente explicara; ¿Por qué razón, alguien le negaría una cita en el registro civil para su boda con la mujer que él había escogido?

Toda orden era cumplida por el hombre más poderoso de Chicago.

Ella, Maggie, coloco en la mesa un acta de matrimonio, la cual Vicenzo no observó. Él requería respuestas no quería documentos. Su asistente era algo torpe y no encontraba las palabras exactas para darle la noticia, trago saliva y sintió las piernas temblarle como si ella fuera la culpable o la ineficiente.

—Es… es, que usted ya está… casado Señor …
Vicenzo se dejó caer pesadamente sobre el respaldo de su cómoda silla giratoria, tomó el papel en sus manos, observó con detalle la firma, analizó cada línea y cada punto, si, efectivamente en sus manos había un acta de matrimonio que él no recordaba haber firmado, o que él no lo había hecho, esbozó una sonrisa, le encantaría recordar el rostro de su esposa… Helen

—Búsquenla, Deseo conocer a la señora Sanlúcar

Capítulo 1

Disfrutó de un amanecer sentada en esta banca en un parque, como hace tiempo no lo hacía, el confinamiento no es bueno para mí, menos para Peter, la razón de mi vida, hace un año que me instale en esta pequeña ciudad lejos de las grandes urbes, solo Dios sabe cuán difícil me fue empezar desde cero sola sin un centavo en la bolsa y llena de miedo. Hasta que el medico me dijo que no estaba realmente sola y que tenía aproximadamente seis semanas de embarazo. Esa fue la mejor noticia que pude recibir.

Mientras tengo ese recuerdo veo venir un auto lujoso, corre por mi cuerpo un nerviosismo que me provoca una taquicardia. Agacho la cabeza, cubro mis ojos con unas gafas y mi cabello con una pañoleta. Luzco como una mujer demente que se ha escapado de prisión o que se ha robado a un niño, me siento como si hubiera hecho lo segundo. El auto pasa de largo, me levanto tomo mi bolsa y me marcho de la tranquilidad que me provoca ese lugar, sé que Peter necesita salir de vez en cuando del pequeño apartamento y que no debería asustarme por cualquier auto, pero prefiero ser prevenida, a él no le daré una vida de gritos y maltratos.

Llego a la esquina y antes de cruzar la calle un hombre de traje me detiene, tiene unas gafas y un cable que sale de su oído. Me mira o eso creo, detrás de esas oscuras gafas.

—El señor la está esperando —a unos metros se había estacionado el auto paso frente a mí, negro y con los cristales polarizados, lo había sospechado. Mi intuición no me fallaba.

No quiero volver al mismo infierno, me doy la vuelta ignorando al “caballero” y detrás de mi hay otros dos hombres, ni siquiera se cuando me rodearon. A donde quiera que vea mi alrededor está vacío no hay una sola persona

—¡Por favor señora Sanlúcar no provoque bullicios, el señor Sanlúcar solo desea verla y hablar con usted!

Tan claro de él, jamás le gusto el escándalo ni nada que pudiera dañar su imagen, estoy temblando con las piernas como gelatinas y el corazón a nada de salir de mi pecho como las lágrimas que se acumulan en mis ojos. No puedo creer que aun siento algo por él, solo una cosa debería nacer en mi corazón; Odio.

Se que si me resisto será peor y podría lastimar a mi bebe. Lo saco de la carriola y lo aprieto contra mi rostro. Uno de ellos la recoge la dobla y sube a la cajuela mientras me van acercando al auto, la puerta se abre desde dentro y veo como un hombre se recorre para dejarme entrar. el interior es oscuro como mis recuerdos…

Dieciséis meses atrás

Los días eran un tormento, nunca sabía de qué humor iba a llegar Vicenzo o si le parecería bien mi forma de vestir o la comida que le preparaba cada día. Siempre me decía que su situación económica estaba empeorando, y yo comprendía que eso era lo que siempre lo ponía de muy mal humor. Pero por qué siempre se desquitaba conmigo si siempre me mostré comprensiva, jamás le exigía nada más que afecto y amor, pero eso para él era como si se tratara de un estupidez.

Esa noche me vestí lo mejor que pude, con lo poco que me daba para la despensa, los vestidos de buena marca me quedaban inalcanzables, pero una buena tela y un buen corte siempre podrían sacar del aprieto a cualquiera en mi situación; me esmeré y pensé que podía funcionar pero para el nada era suficiente si era algo que venía de mí.

—Eres una estúpida, Helen — tiene una sonrisa en su rostro, Vicenzo tiene esa mirada malvada de nuevo — ¿Como piensa que te llevare así a esta reunión tan importante?—mantengo mi sonrisa forzada aunque me aplasta sus palabras como a una mariposa que le cortan las alas, —¿Quieres que todos se burlen de mí. Quiere que todos murmuren de ti? ¿Dónde quedo la mujer de la que me enamore? ¡ah! ¿qué hiciste con ella? Te lo advertí esto era una oportunidad muy grande para mí, para que la empresa de mi padre se estabilice, necesito de esos socios y tú qué haces vestirte como una cualquiera.

Me recogí el cabello y me maquillé con más naturalidad que la vez anterior. Apenas tenía seis meses de matrimonio y nunca veía un rostro amable o un tacto amoroso y habían sido ya los peores seis mees de mi vida pero cada mes era más violento y más intolerante. No sé porque dure tanto tiempo viviendo así. Soportando toda clase de insultos quizás un parte de mi creyó que volvería ese Vicenzo amoroso y tierno del que me enamore. Tal vez el amor me cegó

—¿Qué, no te gusta? — me atreví a preguntar con una sonrisa mezclada con lágrimas y una nariz mocosa. Mi vestido tenía un escote más recatado y el largo era a la mitad de las pantorrillas, no marcaba mucho mi figura, era discreto y bastante elegante. Pero el parecía no estar satisfecho

—Pareces una mujer amargada y descuidada, has perdió tu toque, tu femineidad,—me lo dijo rodándome como una sombra monstruosa que se comía mi energía y la seguridad en mí misma.  —Ya no me provocas nada. Sabes que es mejor que me largue sin ti, diré que estas enferma, indispuesta o que saliste con tus amigas. Lo que sea.

¿A quién le diría?, ¿Quién se preocupaba por mí? me preguntaba mientras apretaba mis labios para no llorar frente a él como una niña. Me estaba rompiendo el alma y no se daba cuanta, yo me había enamorado de él, de su encanto de su ternura de su comprensión. Cuando firme el acta la vida y su mirada me cambio para siempre, a seis meses estaba tan destruida; casualmente casi nadie acudió a nuestra boda, amigos de Vicenzo llenaron el salón, hombres importantes. Y yo era la más feliz en ese momento que no me detuve a pensar que ni siquiera invité a mis amigos, el único que me acompaño fue mi padre. A mi madre después de que se divorciara de mi padre cuando yo era muy pequeña deje de importarle así que solo a él lo tenía en este mundo.

Después de dejarme sola por más de cuatro horas volvió a casa, yo me di un baño y me metí a la cama sin más. El movimiento del colchón y el jaloneo de las sábanas me informo que había llagado. Yo no me moví ni un solo milímetro para que no supiera que seguía despierta y llorando.

Mis esfuerzos eran inútiles, nada de lo que hacía era agradable para él, la comida siempre le encontraba un ‘pero', la casa la encontraba siempre sucia aunque todo estuviera en su lugar, y sobre los muebles sin que encontrar una sola pizca de polvo, cuando me prometió que me trataría como una reina termine siendo yo la sirvienta, y aún peor llena de maltratos e insultos.

Unas semanas después volvía de ver a mi padre, apenas puse un pie en casa me enfrentó como si fuera una cualquiera;

—¿Dónde estabas?—con una voz seca inclinado sobre sus piernas entre las que en su mano colgaba una copa de licor agitando el hielo  golpeando sus paredes, estaba casi vacío. Vicenzo estaba ebrio, y yo sentí más miedo que nunca, se levantó como una sombra oscura y su ropa tenía sangre, le pregunté que le sucedió pero mi pregunta se perdió en el espacio y debajo de los fuertes  pasos que lo trajeron hacia mí.

—Fui a ver a mi padre hace semanas que no lo veía y me llamo esta mañana me pregunto cómo estaba y me invito a comer —le conté la verdad pero temía que no me creyera.

—¡Debes estar aquí cuando yo llegue!

—Solo me tome un tiempo para mí, deje preparada la comida así que no estoy desatendiéndote

—¿Y crees que me voy a servir solo? —aprete los ojos y escuche el estallido de los cristales contra el piso —Para eso estas tú, —se puso a olfatearme como un perro rabiosos —¿estuviste con un hombre?

—Si, te he dicho que estuve con mi padre

—¿Dime te hago falta? — creí que iba a golpearme pero me tomo por sorpresa al darme un beso en la boca como antes, no pude resistirme el amor que sentía por ese Vicenzo aún seguía en mi interior, —Hace cuanto no te atiendo, se desato la corbata y la camisa. Conocía su cuerpo y los tatuajes

—Hace un par de meses, tal vez tres —le respondo sonrojada, me hizo acostumbrarme a él y me dejo de pronto sin su afectos. Rasgo mi ropa, agradecida estaba por que esa blusa de cuello de tortuga que escogí esa mañana la detestaba. Lo vi con una mirada lujuriosa sobre mí, deseaba no corresponderle

Me llevo a la sala y me hizo suya de una manera tan única, como la primera vez, no sé qué le había pasado pero el hombre que me amaba había vuelto. No dormimos en casi toda la noche, recorriéndonos con ansias. Besándonos con hambre. Compenetrándonos en cuerpo y alma. Yo me di cuenta que una parte de mi aún lo amaba.

A la mañana siguiente él no estaba en la cama, mi cabello estaba todo revuelto y mi cuerpo estaba un poco adolorido, no sé cuántas veces hicimos el amor pero me alegraba, eso era una señal de que las cosas iba a cambiar. Me arreglé como a él le gustaba con colores pasteles y ropa que  no había estrenado, me puse un conjunto una blusa de tirantes que mostraba un poco mis pechos. Y buena parte de mi espalda, por el escote en V, y una falda a tablas ha media pierna, era joven y muy bonita, me recogí el cabello en una coleta y bajé a preparar el desayuno. Picaba unas verduras cuando lo sentí llegar a la puerta, se detuvo bajo el dintel  y sentí su mirada lujuriosa sobre mí

—¿Porque te pusiste eso? — me rodeo por la cintura —¿Quieres provocarme?

—Dime, lo conseguí—dije con voz sensual, busqué con mi mano su cabeza

—Sabes que no me gusta esa ropa, —le dio un tirón a la blusa rasgándola de la espalda. —¡Quítatelo!

—¿Que te pasa? Vicenzo, ¡no! ¡Detente... Por favor!  —continuo con la falda y dejándome en ropa interior jalo los trozos de tela —Este conjunto me costó carísimo … Vicenzo no por favor me encanta. —Y los tiro al fuego.

Me empujo al final al piso, lo vi hacia arriba como si fuera un gigante que deseaba aplastarme  y lo conseguiría. No me sentí nada bien ese día, el corazón se hizo añicos, y aun en ese momento me pregunté cómo era posible que lo amara y seguía deseando que él se comportara diferente.   Que fuera el hombre cariño y delicado de anoche. Me talle la cara para que mis lagrimas no me evidenciaran.

—No vas a salir así, detesto que te comportes como una cualquiera, ve y vístete como alguien decente. —me recorrido con la mirada, se lo que paso por su mente, deseaba poseerme hacerme el amor como anoche, de nuevo, pero algo dentro de el con mucha más fuerza se lo impidió.

Todas mis esperanzas se desvanecieron era el mismo monstruo de siempre. Empecé a creer que necesitábamos ayuda así que contacté con unos especialistas. Su carácter era claro indicio de un problema de salud y fuerte descontrol de sus sentimiento. Yo estaba en la mejor disposición de que esto se cambiara. Y que todo fuera bien, estábamos casados por un propósito; formar una familia ¿pero cómo podríamos con el humor tan inestable de Vicenzo?

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