
Un día a la vez
Dannya Menchaca Historias · Completado · 118.7k Palabras
Introducción
Nathan Blake, a sus 32 años ha logrado llegar a ser un destacado detective del FBI, odia las injusticias y tiene muy claros sus objetivos en la vida, ver a todos los criminales tras las rejas; pero con la llegada de Emilia a su equipo, se desestabiliza su rutina. Esa joven, determinada, lo hace dudar del orden en sus prioridades, porque tal vez, no todo en la vida es solamente trabajar.
Capítulo 1
Está historia se puede leer de forma individual, pero si te gustaría conocer a Enzo y a Arya, te recomiendo leer Sumisa por accidente.
De antemano les agradezco el apoyo.
Un día a la vez, es una novela escrita por Dannya Menchaca.
(DannyaRent) registrada en SafeCreative bajo el código: 2304124037200
Se prohíbe su distribución parcial o completa, ya que estará infringiendo con los derechos de autor.
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Me despierto asustada y empapada en sudor, enciendo la lámpara de mi mesa de noche y veo que estoy en mi habitación; el corazón se me quiere salir del pecho y hago varias respiraciones tratando de calmarme.
Observo el reloj y me doy cuenta que son las 3:30 de la mañana.
Bufo con frustración, otro día sin dormir lo suficiente. Me levanto para ir a la cocina, pongo agua para prepararme un té y me siento a esperarlo.
Hace ocho años, que Arya Anderson, agente de la DEA, me rescató de la casa de Massimo, con la ayuda de Enzo y el FBI. Aunque no he dejado de ir a terapia desde entonces, a veces tengo sueños en los que revivo golpes sobre mi cuerpo; no estuve consciente en el transcurso de mi secuestro, pero en mis pesadillas aparecen ciertas cosas que estoy segura que sucedieron, sobre todo, recordar la voz de Massimo diciéndome, te amo, repetidas veces, eso siempre me provoca náuseas y una horrible opresión en el estómago.
Conocí a Massimo en un antro al que me invitaron algunas amigas del colegio, parece que estaba ahí celebrando algo de sus negocios, y aunque en un principio me pareció mayor, poco a poco me agradó su forma de ser; era caballeroso y muy guapo, no puedo negar que me atraía su personalidad, por desgracia, supo enredarme demasiado bien.
Mi padre y Enzo siempre han sido un poco estrictos conmigo, pero como toda joven, pensaba que eran demasiado aprensivos y estaban exagerando en sus cuidados, así que confíe demasiado en Massimo pensando que sentía algo por mí.
Hasta que un día, me propuso tener relaciones, accedí y por alguna, razón me dio un poco de miedo la manera en que me besaba y me tocaba; no era cariñoso, parecía poseído y agresivo, así que asustada, lo detuve. Ese día se molestó demasiado, me insultó diciéndome que era una inexperta y dijo que no nos volveríamos a ver.
A los pocos días, lo encontré esperándome a la salida del colegio y me invitó a comer.
Lo único que puedo recordar, es que llegamos a un bar y me ofreció un coctel especial para limar asperezas.
Desde ese día no recuerdo nada, hasta que desperté en un hospital después de unos meses; mi padre y Enzo estaban a mi lado. Fueron momentos muy difíciles intentando entender todo lo que había sucedido, obviamente tuve que dar declaraciones y algunas de las marcas que tengo en la espalda y en el abdomen, son pruebas de lo que me hacían.
Tuve una recuperación rápida gracias a que no recordaba y sigo sin recordar, pero algo complicada, ya que al estar drogada todo el tiempo, mi cuerpo a veces extraña esa sensación y en algunas ocasiones tengo temblores de abstinencia.
Conocer a Arya fue una bendición, Enzo me contó todo lo que se arriesgó para rescatarme, me contó que habían tenido una relación, pero, por desgracia, se habían separado, yo sabía que él la seguía amando, ya que lo veía sufrir demasiado, aunque intentaba ocultarlo, nunca lo había visto así y era muy doloroso para todos, se volvió mucho más gruñón.
Al poco tiempo, Arya tuvo un accidente y aunque fue algo delicado, gracias a eso, se reconciliaron y ella se fue a Rusia con Enzo para su recuperación.
Si ya sabía que era una mujer muy especial, conocerla me lo confirmó, de hecho hablar con ella y verla tan fuerte, me dio muchos ánimos para salir adelante.
En un principio pensaba estudiar para maestra, pero, cuando vi el trabajo que hacía Arya, me decidí a estudiar para entrar al FBI.
Arya me ayudó y estuve estudiando en Washington, ella y Benji trabajan para la DEA y aunque estaba en duda al tomar una decisión sobre mis estudios, me decidí por el FBI, porque ahí, puedo ayudar a muchas mujeres que están pasando por lo que me pasó a mí.
Me especialicé en delitos cibernéticos, ya que últimamente es la manera en la que están trabajando en su mayoría las redes de todo tipo.
Preparo mi té y empiezo a tomarlo dando pequeños sorbos. Estuve trabajando en las oficinas de Washington hasta hace unos meses, ahora por fin me dieron la oportunidad de trabajar con un equipo y aquí estoy, en Florida; llegué hace unas semanas, y hoy, me presentaré con mi nuevo jefe, Nathan Blake.
Estoy nerviosa, pero muy entusiasmada, sé que no es lo mismo trabajar solo en una oficina, a estar involucrada en los casos de lleno, pero me he preparado mucho y espero llegar a ser una buena agente, como Arya, que la admiro demasiado.
Termino mi té y después me doy una ducha, mi uniforme es un pantalón azul marino y una blusa de mismo color con el logotipo de FBI en la espalda y al frente tiene mi apellido, Harper.
Mi padre trabaja para Enzo Románov desde que yo tenía cinco años, después de que mi madre falleciera de un infarto fulminante, vivíamos en Texas y viajábamos constantemente a Rusia, hasta qué pasó mi desgracia.
Mi teléfono suena y sonrío al ver que es Enzo.
—Hola, Enzo —lo saludo.
—¿Todo bien? —pregunta de inmediato.
Enzo es como un hermano para mí, gracias a que él y mi padre no desistieron en mi búsqueda, Arya logró rescatarme.
—Sí, en unos minutos voy a presentarme con mi nuevo jefe —respondo.
—¿Quieres que hable con él?
—¡Enzo! —exclamo—. No quiero que piensen que estoy aquí por ustedes.
—No estás allá por nosotros —replica.
—Lo sé, pero las personas que saben que Arya es de mi familia, me tratan diferente.
—No digas tonterías —me recrimina—. Pero si ese Blake te hace algo, me llamas y yo mismo lo pongo en su lugar.
—¡Enzo! —escucho a Arya recriminarlo.
—Milaya, tú has escuchado la reputación de ese hombre —le contesta Enzo.
—Sí, y también escuché la tuya, y mírame aquí por más de ocho años.
—No es lo mismo —se justifica.
—Enzo —lo interrumpo—. Me tengo que ir a trabajar.
—Está bien, pero si algo pasa con ese Blake, me llamas y yo mismo…
—Nada va a pasar —lo interrumpo—. Dale un beso a mis niños.
—Lo haré, suerte y no dejes de avisarnos cómo te fue.
—Está bien, gracias.
Nos despedimos y guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón.
Salgo del apartamento y me extraña escuchar música country a todo volumen en el apartamento que está frente al mío, sonrío pensando que tal vez vive un vaquero de esos que salen en las películas de cowboys y ahora tengo mucha curiosidad por conocerlo.
Mi padre me regaló un mini cooper azul, el día que me mudé a Florida, y aunque Enzo insistía en que viviera en uno de sus apartamentos, no acepté, sé que lo hace con buena intención, pero necesito valerme por mí misma.
Tengo la suerte de ganar lo suficiente para hacerme cargo de mis propios gastos y me enamoré de este apartamento en cuanto lo vi, está cerca de la playa y no muy lejos de las oficinas en las que voy a trabajar: es sencillo, tienes dos habitaciones, dos baños, cocina y comedor amplios, la sala tiene una preciosa vista al mar que me relaja demasiado.
Irina, la esposa de mi padre, me ayudó con la decoración, mezclamos algunos colores y me encantó el resultado.
La sala es amarilla con cojines de colores, las paredes las dejamos blancas y la cocina tiene los muebles beige. Irina dice que mi nueva vida tiene que estar llena de colores que me alegren los días, y tiene razón, no quiero más sombras oscuras en mi vida después de lo que he pasado.
Me subo al elevador ya que vivo en el sexto piso y bajo al estacionamiento.
Llevo mi mano al dije que me regaló mi padre cuando me gradué, es una llave. Me dijo que ahora yo tenía el poder de cerrar o abrir las puertas que quisiera en mi vida.
“Un día a la vez, Milly” me repito y tomo aire antes de subirme al coche.
Enciendo el coche y cuando estoy por arrancarme, un enorme Jeep Gladeador muy moderno en color negro, pasa frente a mí y sale patinando del estacionamiento.
Pongo los ojos en blanco, imaginando a algún idiota presumido, muy probablemente hijo de papi, que se cree el dueño del mundo.
Salgo del estacionamiento y conduzco a las oficinas del FBI, son oficinas privadas, ya que desde ahí se trabaja por medio de las computadoras.
Llego y siento que el corazón se me saldrá del pecho, siempre que tengo que ir a un lugar nuevo siento una ligera opresión en el estómago, mi psicóloga dice que es normal, por lo qué pasé.
Alejo todos los pensamientos negativos y me bajo para entrar a las oficinas.
El edificio es de tres plantas, en la recepción encuentro a un chico que al mirarme me sonríe amable.
—Buenos días —saludo acercándome.
—Buenos días —responde—. ¿En qué te puedo ayudar?
—Estoy buscando al detective Nathan Blake.
Abre los ojos sorprendido y me mira de pies a cabeza, deteniendo su mirada en el nombre de mi blusa.
—¿Eres la chica nueva? —me interroga.
—Creo que sí —respondo—. Emilia Harper —me presento.
—Un placer, soy Dario —se presenta dándome la mano—. Te deseo mucha suerte con Blake, es insoportable —me advierte poniendo los ojos en blanco.
Me quedo en silencio y después me sonríe, por lo que no sé si estaba bromeando o hablaba en serio.
—Ve por el pasillo y da vuelta a la izquierda antes de llegar a las escaleras encontrarás una puerta gris —explica.
—Gracias, Dario.
Sigo las indicaciones, en la puerta hay una cerradura electrónica y toco el timbre.
—¿Si? —escucho la voz de una mujer.
—Estoy buscando al detective Nathan Blake.
—Adelante —responde y en eso escucho que la puerta se abre.
Al entrar, me sorprendo ante toda la tecnología que tienen aquí, es una habitación muy grande y pantallas enormes rodean las paredes.
—Hola, bienvenida Harper —me saluda.
—Hola —saludo.
—Soy Dania Martínez —se presenta—. Él chico de las gafas es Jang —lo señala—, nuestro cerebrito, el otro chico de allá —señala a un hombre robusto que está en una computadora—, es Hammer, literalmente el martillo del grupo —sonríe—. Aquella mujer tan seria —señala a una mujer un poco mayor que ni siquiera me mira—, es Yurem.
—Un placer —les digo a todos saludando con la mano y los chicos me sonríen, mientras Yurem me ignora.
—¡Espero que ya estén trabajando! —grita un hombre saliendo de lo que parece ser una oficina, tiene una taza de café en las manos y parece molesto.
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