

EXTRA MARITAL
Maria Pulido · Completado · 134.5k Palabras
Introducción
A sus 32 años, Enzo Cavalli quería un hijo, una familia para formar y herederos que dejar, cuestión que su mujer no aceptaba por el simple hecho de no dañar su figura.
En un momento de una fuerte presión, Antonella utiliza todas sus armas contra su fiel y dulce asistente, Gianna Ricci, porque decir que le debe hasta el alma, es quedarse bastante corta.
“Quiero que me alquiles tu vientre”, esto más bien se escuchó como una orden, y teniendo la casa de sus padres hipotecada, y un montón de deudas por atender, a Gianna no le quedó de otra, que sucumbir a un trato oscuro que tenía muchos sucesos ocultos, entre ellos, una cercanía irreparable con Enzo, de la que ella no iba a poder escapar…
Capítulo 1
—Abigail… mi vida… —todo el salón se quedó en silencio cuando Mashal pidió a la orquesta que se detuviera para dar unas palabras.
Los invitados se sentaron en sus mesas mientras las sonrisas se gestaban en el rostro de todos los presentes. El lugar de la recepción era impresionante; con manteles en toldos y un jardín a su alrededor haciendo que todo se viera regio y refinado, eso, sumado a la iluminación opaca en algunos lugares y candente en otros.
La noche fue el momento perfecto para darle el toque final a la ceremonia espléndida que Abby y Marshal querían para su día especial, así que nada en el mundo podría opacar este momento que tenía el corazón de Abby en un galope. Abigail Hunson, o, mejor dicho, Abigail Hayes.
Porque ahora ella estaba oficialmente casada, con el amor de su vida.
Los ojos de la chica se iluminaron cuando Marshal asomó su mano para invitarla a pasar al frente. Mojó sus labios, se levantó de la mesa donde anteriormente conversaba con su familia, y dio unos pasos mientras sus mejillas se ruborizaban. Todos tenían los ojos sobre ella ahora, y Marshal sostenía en su mano un micrófono que había sido adaptado en cuestión de segundos para él.
—Quiero que la gente sepa lo mucho que te amo —Continuó Marshal Hayes y ella se encogió de hombros—. Quiero agradecer al cielo por tu vida, Abby querida, por nacer en este tiempo, y por estar aquí en el presente conmigo… por hacerme hoy el hombre más feliz de este mundo, y, sobre todo, por elegirme a mí como tu marido… y en el futuro… el padre de tus hijos…
Todos aplaudieron al unísono, entonces el hombre acortó la distancia y tomó el rostro de Abby en sus manos dándole un beso cálido en los labios. Una lágrima se deslizó por la mejilla de ella, e intentó pasar el nudo que se le hizo en la garganta por la felicidad que no cabía en su pecho. Nada podía ser más perfecto y maravilloso que esto, y por nada del mundo quería que este instante extraordinario se desvaneciera.
La chica de 21 años enredó sus manos en las del novio, y reprimió los ojos mientras el hombre llevó su boca a su frente deteniéndose en otro beso. Los flashes se activaron en desmedida, y luego alguien vino a darles dos copas decoradas para que brindaran con sus familias y amigos, que ahora estaban delante de ellos mirándolos con felicidad.
Abby tomó la copa entre sus manos y con la otra rodeó el cuerpo del que ahora era su esposo. Juntos alzaron la copa y todos chocaron los cristales enviándoles bendiciones con gran regocijo.
Mas aplausos vinieron mientras que Abigail probó de su copa y tomó solo un sorbo, el alcohol no era de sus cosas favoritas, pero había hecho una excepción en este día. Llevó los ojos a la mesa donde estaba su familia, y no pudo dejar pasar la alegría que era muy notoria en el rostro de sus padres. Ahora mismo la miraban con los ojos brillosos mientras tenían abrazada a su pequeña hermana Ivy, de 7 años, y su adolescente preferido, su hermano Ansel, que tenía 14 años.
Ella envió una sonrisa sincera y luego sintió un apretón en su cintura. Giró rápidamente en dirección del rostro de su esposo y recibió de su parte una gran sonrisa.
—Te amo… te amo y estaremos juntos en esta vida y en la otra —las palabras de Marshal de alguna forma crearon un escalofrió en su cuerpo, uno que la hizo sentir que ahora pertenecía a esta persona, y de alguna forma le agradó.
—Y yo te amo a ti, Marshal. Te amo para siempre —expresó la chica con sinceridad, y su esposo dio un asentimiento satisfecho para volver a besarla.
El festejo era todo un éxito, los invitados estaban siendo atendidos sin comparación alguna y la orquesta que estaba tocando en vivo, solo sumaba a que las personas se encendieran cada vez más en la fiesta. Las mesas estaban separadas por familias y amigos, tanto los conocidos de Marshal como de Abby, y algunos, de ambas partes, ya que la pareja estaba unida no solo en una relación sentimental, sino en una alianza empresarial.
Aunque la celebración estaba en su pleno auge, el cuello y la espalda de Abby comenzaron a pasarle factura.
Fueron meses de preparación, y eso aunado a que hace medio año había terminado su carrera en contaduría y finanzas.
Su carrera universitaria por supuesto que fue influenciada por su padre, Ezra; y aunque no se arrepentía, de alguna manera hubiese deseado estar un poco lejos de los negocios de su familia que ahora estaban pasando cuenta en su cuerpo.
Ella levantó a Ivy de sus piernas y echó una mirada al salón; sus amigas estaban en una mesa riendo de forma desenfrenada, sus padres estaban en un círculo de empresarios y su esposo, bueno… él parecía muy divertido con sus amigos fuera en el jardín con varias botellas vacías a su alrededor.
Abby le dijo a la pequeña que buscara a su hermano, estaba dispuesta a pedirle a Marshal que se fueran del festejo, además, los novios acostumbraban a dejar la velada a la mitad, si bien estaba ansiosa por saber para dónde la llevaría Marshal, ella deseaba tocar una cama suave y descansar todo el fin de semana.
Caminó dando sonrisas por donde pasaba hasta que llegó a la parte del jardín.
Parecía que decían algo muy secreto entre los cuatro amigos de su esposo, porque en cuanto la vieron de reojo aparecer, ellos hicieron silencio de inmediato, haciendo que su marido se girara rápidamente hacia ella.
Aunque la chica le asomó una sonrisa, él no se la devolvió, entonces decidió acercarse y tocar su hombro.
—Cariño… estoy cansada, es mejor que nos vayamos, yo…
De un momento a otro su mano fue quitada del hombro, y él parecía un poco incómodo con su aparición repentina.
—No será ahora Abby, estoy disfrutando de la fiesta… Te... avisaré cuando nos vayamos —refutó Marshal, pero Abby supo que estaba ebrio por su forma de hablar.
Así que ella volvió a intentarlo, era mejor que se lo llevara ahora a que siguiera bebiendo. Justo cuando él se giró para volver al grupo, ella tomó su brazo dócilmente e insistió.
—Marshal, estás bebido… es mejor que nos vayamos, realmente estoy… —sus palabras se cortaron en su boca cuando Marshal le envió una mirada furiosa.
El rostro del hombre estaba pálido ahora, y ella vio de soslayo como su labio inferior tembló.
—Abigail… —Marshal deletreó la palabra junto con un apretón fuerte en su muñeca—. He dicho que nos iremos más tarde… ¿Entendido?
Abby abrió sus ojos impactada y los deslizó por su muñeca mallugada, el hombre la soltó de inmediato sin pedir una disculpa por su comportamiento y caminó en dirección de sus compañeros para decir: “Mujeres”, y luego proceder a una carcajada de burla que fue acompañada por sus amigos.
Ella tomó su muñeca y la apretó para quitar de alguna forma la sensación que había sentido segundos antes, aunque no podía creer lo que acababa de pasar, solo respiró y se dijo a si misma que ese no había sido el Marshal que ella conocía, la bebida debía estar haciéndole una mala jugada. Sin embargo, las lágrimas ya estaban en sus ojos.
Entró al cuarto de servició y abrió la llave para mojar su nuca, el momento colocó su cuerpo en tensión y dejó sus manos sudorosas. Abby trató de acompasar su respiración y luego se miró por un rato en el espejo.
—Solo es… él no es Marshal, Abby… está ebrio —cuando fue a limpiar sus lágrimas la puerta se abrió de golpe y una chica de su círculo de amigas, apareció asomando el rostro.
—Cariño, todas queremos hacer una sesión de fotos… ¿Por qué estás aquí?
La chica forjó una sonrisa y luego sacudió sus manos mojadas.
—Tengo calor, Diane … y estoy cansada… vine a refrescarme y…
—¿Estás bien? —su amiga preguntó entrando más al cuarto de servicio y frunciendo el ceño.
—Sí… por supuesto ¿Por qué lo preguntas?
—Mmm, porque estás aquí, sola, y eres la novia… ¿Está todo bien?
—Sí… vamos, solo me refrescaba…
Su amiga asintió y le envió una sonrisa. Se fueron juntas mientras Diane le relataba que sus amigas estaban locas por su marido y por lo apuesto que se veía esta noche.
Abby se sentó con todas sus amigas después de una larga sesión de fotos y extenuantes carcajadas por todo y por nada que ellas arrojaban en su estado, un poco subido de tono. El tiempo continuó, la fiesta prosiguió y después de unas horas más ella no tenía fuerza alguna para continuar.
Sintió una mano en su hombro cuando quiso cabecear y se giró de repente con un susto en su cuerpo.
—¿Abby? ¿Dónde está Marshal? ¿Cómo es que no se han ido?
Ella quiso escusar de alguna forma posible a su marido, pero vio que ya era tarde cuando las voces que se escuchaban en todo el salón abierto eran las de Marshal y sus cuatro amigos inseparables.
Su padre no esperó un segundo y caminó apresurado hacia el jardín, Abby se levantó de golpe y fue tras de él.
—Papá, espera…
Algunos invitados giraron en su dirección, y la familia de Marshal se puso en tensión al ver que algo no estaba bien.
—¡Marshal! —Ezra alzó el tono más de lo normal y el hombre se giró de golpe perdiendo un poco el equilibrio.
—Señor… —respondió un poco asombrado.
—¿Cómo es que sigues en la fiesta? Abby está agotada, sabes bien que esta última semana fue de trabajo extremo en la empresa y…
—¿Abby? —intervino Marshal tratando de parecer impactado—. Ezra, quise… yo le dije a Abby, pero ella quiso pasar el tiempo con sus amigas, no quería imponerle nada… yo…
El padre de Abby se giró hacia ella con el ceño fruncido tratando de entender por qué razón su hija quería quedarse. Sin embargo, ella no pudo gesticular una palabra, porque ahora sus ojos solo estaban encima de su marido preguntándose por qué había mentido y fingía de esta manera.
La chica sabía que, de cierta forma Marshal respetaba a su padre, y en que técnicamente Ezra era su jefe directo.
—Papá —ella envolvió la mano del hombre mayor y le pasó una sonrisa—. Es cierto, pero… ahora si me quiero ir, creo que sobrepasé mi límite, solo quería festejar un rato más.
Ezra suavizó sus gestos y puso la palma de la mano en el rostro de Abigail.
—Es mejor que se vayan, pediré un chofer —se dio la vuelta y observó nuevamente a Marshal con dureza mientras él estaba mudo esperando una orden—. Tu marido creo que no es capaz ni de sostenerse a sí mismo, y eso es una vergüenza que suceda, justamente en tu matrimonio.
Después de la acalorada situación, Abby estaba sentada atrás del vehículo que su padre asignó para ellos, mientras Marshal enredaba los dedos con los suyos. Con ademanes comenzaron a despedirse, la gente fuera del auto lanzaba flores y arroz hacia ellos despidiéndolos de la fiesta.
El chofer anunció que solo serían 15 minutos de recorrido, y luego de eso Abby sintió una punzada larga en su estómago. No había cruzado una sola palabra con su esposo después de haberle mentido en su propia cara, ahora lo que ocupaban sus pensamientos es que ésta era su primera noche, o madrugada, o casi mañana en que compartiría íntimamente con alguien.
Aunque fuese un tabú para algunos, la familia de la chica tenía principios morales muy arraigados, y una de las frases que su padre le había repetido durante toda su vida era: “Debes guardarte para tu esposo Abigail, ese es el mejor regalo que le podrás dar a un hombre respetable”
Y sí, Abigail era virgen en todo el sentido de la palabra, y aunque Marshal le insistió infinidades de veces durante su año de noviazgo, ella fue firme hasta el final, guardando la promesa que había hecho a su padre y a ella misma.
Sin embargo, ese orgullo ahora no le estaba sirviendo para nada, porque entendía que, en unos minutos, daría paso a una nueva experiencia en su vida y pasaría a ser la mujer del hombre que estaba a su lado, que aun no le dirigía la mirada.
En silencio llegaron a un hotel que era el lujo hecho realidad, a Abigail no le impresionaban esas cosas, pero ahora estaba realmente emocionada por todo lo que veía, mientas caminaba con la mano firme de Marshal.
Ella lo vio de soslayo pensando que el regaño de Ezra definitivamente había espantado un poco su embriaguez. Las personas de servicio los recibieron con todo el elogió posible, y fueron llevados a la parte más alta del edificio escoltados como si fueran una realeza.
La habitación fue abierta por un botones, y luego de unas felicitaciones, les invitó a que pasaran a su suite y cerró desapareciendo al instante.
Abigail soltó la mano de su marido y dio unos pasos gestando una sonrisa en su boca. Todo estaba bellamente decorado. Un jacuzzi incrustado en el suelo, que acababa en la enorme ventana de vidrio frente a una vista perfecta de la ciudad de Minneapolis. También había una barra con varios tipos de licor y una enorme bandeja de pasabocas, frutas y chocolates que hicieron agua la boca de Abby a pesar de la hora. Luego se giró hacia una enorme cama, donde los pétalos de rosas cubrían todo su esplendor.
Estaba emocionada, y todo el mal momento se olvidó de su cabeza cuando giró hacia Marshal.
—Esto es… maravilloso —acortó la distancia que los separaba y unió sus labios hacia él—. Gracias por esto cariño, es…
—No es mi regalo —dijo Marshal mientras comenzaba a ver sus hombros desnudos.
Abby parpadeó dejando caer sus brazos.
—¿Cómo? No entiendo…
—Esto lo hizo tu padre, Abby, él quería darte una noche perfecta… ya lo conoces… —Marshal volvió a acercarla y llevó las manos a su cuello para besarla impacientemente.
—Espera… ¿Cómo debía hacer esto mi padre, Marshal? Se suponía que eras tú…
—¡Ay Abby!, ya es suficiente, ven —la interrumpió mientras la haló hacia la cama y tiró de ella hasta que cayó directo en la orilla.
Abby retrocedió sumamente dolida dispuesta a quitarle las manos de encima, pero el hombre recostó su cuerpo en ella inmovilizándola por completo.
—Espera Marshal, despacio… —dijo cuando vio que la estaba desvistiendo rápidamente y sin tener el cuidado que ella pensó que debía tenerse la primera vez.
Pero, nada hizo detenerlo. El hombre quitó su vestido rápidamente y junto con eso, él también se quitó la ropa sin decoro. Por primera vez ella vio a un hombre desnudo y sintió que su garganta se apretaba cuando su panti fue bajado de un tirón, Marshal puso la mano en su pecho dispuesto a entrar en ella, sin siquiera decirle una sola palabra.
Ella trataba de acoplarse a la forma ordinaria, ruda y sin previo aviso de su esposo, no estaba preparada, ni en su cuerpo ni en su mente, ni tampoco estaba excitada como para querer que el acto comenzara. Anteriormente ellos se besaron mucho, y ella estuvo a punto de rendirse queriendo que Marshal se convirtiera en su hombre, sin embargo, ahora nada estaba sucediendo de la manera en que lo soñó.
Ese momento especial del que todas sus amigas hablaban en sus extensos cafés, no estaba presente a pocos minutos de unirse con su esposo, ese momento mágico del que todas hablaban, no estaba siento sentido en su piel, porque ahora solo podía sentir unas manos rústicas que mallugaban su piel y una respiración olorienta a alcohol que provocaban un poco de repudio a su propio cuerpo.
Cuando ella sintió la intimidad de Marshal cerca de la suya, dio un brincó llevando los hombros de su marido hacia abajo.
—Espera… creo que no estoy lista, Marshal, puede doler, lo he leído, ¡espera por favor! —suplicó agitada y asustada. Realmente estaba aterrada.
—No digas tonterías, no pasará nada… —las palabras del hombre salían entrecortadas, él ni siquiera la estaba mirando.
En cuestión de segundos Abby fue invadida de un solo tirón, la presión, la irritación y un profundo dolor la dejó sin aliento, ella no pudo sino soltar un quejido más una lagrima que se asomó en la esquina de sus ojos.
—Así es Abby, gime para mi… ¿te gusta rudo no es así? —después de la pregunta Marshal volvió a introducirse y esta vez mas áspera, haciendo que Abby lo tomara de los hombros y clavara sus uñas mientras sus lágrimas siguieron bajando por sus mejillas.
El sollozo se hizo más profundo, pero eso no fue suficiente para que su marido se detuviera, así que después de dos minutos de martirio, ella vio como Marshal aceleró las embestidas que estaban quemando su piel y luego soltó un bufido para luego recostar todo su cuerpo encima de Abigail.
Sus respiraciones chocaban, la mirada de su esposo se conectó con ella y luego rodó en la cama y se puso una sábana encima, dándole toda la espalda y acompasando su respirar.
El cansancio y el sueño de Abby ahora habían desaparecido, ella solo estaba mirando al techo con el corazón hecho una pasa pensando en cómo las cosas pasaron de esta manera. Desvió la mirada a la espalda de Marshal mientras sus lágrimas fueron cayendo irremediablemente. Le dolía, sentía un escozor enorme entre sus piernas, pero la opresión más grande ahora estaba en su pecho, ella sentía que se comprimía en miles de pedazos, y solo cuando fue a mover su muslo, se dio cuenta que estaba mojada.
Se sentó de golpe y se sorprendió en ver una mancha enorme como si tuviese la regla. Trató de levantarse rápido, pero una punzada se prensó en su vientre haciéndole sacar un quejido de su boca.
Rápidamente se fue a el baño para cambiarse y tratar de aliviar ese ardor que no se iba, como también tratar de entender cómo su primera vez había sucedido de esta manera.
Sentada en la tina recostó su cabeza entre las piernas mientras trató de llorar todo lo que pudo, había escuchado tantas historias, pero supuso que la realidad era diferente. Su hombre perfecto dio otra cara en solo una noche, y ella solo estaba rezando en este momento porque todo esto se debiera a lo mucho que había bebido en la ceremonia.
Después de secarse y de sacar algo de su maleta, trató de colocar algunas sábanas limpias encima, sin molestar a su esposo que literalmente estaba profundo. Se sentó con mucho cuidado y luego recostó la cabeza en la almohada tratando de dejarse llevar por el cansancio y sus ojos irritados.
—Ojalá esto fuera una pesadilla —susurró para ella misma—. Ojalá lo fuera…
La insistencia en su brazo más unos susurros que no podía entender cerca de su oído, hicieron que Abby parpadeara varias veces, al principio fue borroso, pero a medida que pasaron los segundos, ella divisó la amplia sonrisa que Marshal estaba ofreciéndole en ese instante.
Entonces su corazón latió con fuerza.
—Buenos días, amor… ¿Cómo amaneció la princesa de mi vida?, la reina de mi corazón —Marshal delineó su rostro con aparente ternura mientras le dio un beso cálido en la frente.
Sin embargo, Abigail solo podía estar asustada, una mezcla de sentimientos la envolvieron al ver que estaba frente a un hombre que definitivamente no conocía…
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© 2020-2021 Val Sims. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta novela puede reproducirse, distribuirse o transmitirse de ninguna forma ni por ningún medio, incluidas las fotocopias, la grabación u otros métodos electrónicos o mecánicos, sin el permiso previo por escrito del autor y los editores.
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Cicatrices
Amelie solo quería vivir una vida sencilla fuera del foco de atención de su linaje alfa. Sintió que tenía eso cuando encontró a su primer compañero. Después de años juntos, su pareja no era el hombre que decía ser. Amelie se ve obligada a realizar el ritual de rechazo para hacerse sentir. Su libertad tiene un precio, uno de los cuales es una fea cicatriz negra.
«¡Nada! ¡No hay nada! ¡Tráela de vuelta!» Grito con cada parte de mi ser. Lo supe antes de que dijera nada. La sentí en mi corazón despedirse y soltarla. En ese momento, un dolor inimaginable se apoderó de mi corazón.
Alpha Gideon Alios pierde a su pareja, en el que debería ser el día más feliz de su vida, el nacimiento de sus gemelos. Gideon no tiene tiempo para llorar, se queda sin pareja, solo y es padre recién soltero de dos hijas pequeñas. Gideon no deja que su tristeza se manifieste como si fuera una muestra de debilidad, y es el Alfa de la Guardia Durit, el ejército y brazo investigador del Consejo; no tiene tiempo para la debilidad.
Amelie Ashwood y Gideon Alios son dos hombres lobo rotos a los que el destino ha torcido. Esta es su segunda oportunidad de amar, ¿o es la primera? Cuando estos dos compañeros predestinados se unen, siniestros complots cobran vida a su alrededor. ¿Cómo se unirán para mantener a salvo lo que consideran lo más preciado?
El Embarazo Secreto de la Ex-Esposa del Millonario
El día que recibí los resultados de la prueba de embarazo, Sean pidió el divorcio.
—Vamos a divorciarnos. Christina ha vuelto.
—Sé que estás enfadada —murmuró—. Déjame compensártelo.
Sus manos encontraron mi cintura, cálidas e inflexibles, deslizándose por la curva de mi espalda hasta agarrar mi trasero.
Lo empujé contra su pecho, sin mucha convicción, mientras mi determinación se desmoronaba y él me presionaba de nuevo sobre la cama.
—Eres un imbécil —susurré, incluso mientras lo sentía acercarse más, la punta de él rozando mi entrada.
Entonces el teléfono sonó—agudo, insistente—sacándonos del trance.
Era Christina.
Así que desaparecí, llevando un secreto que esperaba que mi esposo nunca descubriera.
Hilos del Destino
Tengo magia, tal como mostraron las pruebas, pero nunca se ha alineado con ninguna especie mágica conocida.
No puedo respirar fuego como un Cambiante dragón, ni lanzar maldiciones a las personas que me molestan como las Brujas. No puedo hacer pociones como una Alquimista ni seducir a la gente como una Súcubo. No quiero parecer desagradecida con el poder que tengo; es interesante y todo eso, pero realmente no tiene mucho impacto y, la mayor parte del tiempo, es prácticamente inútil. Mi habilidad mágica especial es la capacidad de ver hilos del destino.
La mayor parte de la vida es lo suficientemente molesta para mí, y lo que nunca se me ocurrió es que mi pareja es un grosero y pomposo incordio. Es un Alfa y el hermano gemelo de mi amigo.
“¿Qué estás haciendo? ¡Este es mi hogar, no puedes entrar así!” Intento mantener mi voz firme, pero cuando se da la vuelta y me fija con sus ojos dorados, me echo atrás. La mirada que me lanza es imperiosa y automáticamente bajo los ojos al suelo, como es mi costumbre. Luego me obligo a mirar de nuevo hacia arriba. Él no se da cuenta de que lo estoy mirando porque ya ha desviado la mirada de mí. Está siendo grosero, me niego a mostrar que me está asustando, aunque definitivamente lo está haciendo. Echa un vistazo alrededor y, al darse cuenta de que el único lugar donde sentarse es la pequeña mesa con sus dos sillas, señala hacia ella.
“Siéntate.” me ordena. Lo miro con desprecio. ¿Quién se cree para darme órdenes así? ¿Cómo puede alguien tan obnoxioso ser mi alma gemela? Tal vez todavía estoy dormida. Me pellizco el brazo y mis ojos se humedecen un poco por el escozor del dolor.